Entre lo siniestro y lo feel-good
Finalmente se estrenó la esperada y demorada It; con cambio de director encima y con la fiebre ochentosa en baja después del boom Stranger Things, serie que le ganó de mano en el terreno fantástico de la reciente explotación de la nostalgia de aquella década fucsia, dura y sintetizada. Decimos en baja pensando en la originalidad, los números muestran que el jueguito de los recuerdos sigue pagando bien: It viene arrasando en la taquilla americana y pronto arrasará en la nuestra. Claro que la nueva película del director Andy Muschietti –nuestro nuevo Messi del cine que despierta el chauvinismo ridículo y reaviva el cadáver del american dream- y su hermana y productora Bárbara tiene más derecho a explotar aquella década que la serie de los también hermanos Duffer: la novela de Stephen King es del año 1986. Aunque, claro, la historia del libro se desarrolla en gran parte durante los años 50, y el cambio temporal obedece a cuestiones de marketing y no a los 27 años en los que –según la novela- Eso aparece en el pueblo de Maine; dado que no estamos ante una continuación de nada sino ante una nueva adaptación de la historia de King.
El gore del comienzo posiciona a esta adaptación cinematográfica en un lugar diferente al de la versión televisiva de 1990. La primera escena en la que vemos como el payaso Pennywise le arranca el brazo a Georgie, promete un desenfado y una brutalidad que se disuelve con la progresión. La promesa de una película por fuera del buen gusto de esta época y que a partir de esa primera escena podríamos pensar como la versión sin tapujos de su hermana audiovisual del 90, queda inconclusa. La violencia es clipera y el sexo aparece como abuso de los mayores o como comedia inocente (recordemos la escena en la que los chicos miran a Beverly tomando sol y luego se hacen los distraídos). Si la novela y la versión televisiva se construían a base de flashbacks de los protagonistas ya crecidos, acá el guion planteará una historia directa de niños traumados en un pueblo casi fantasma en el que los adultos sólo aparecen como figuras abusivas.
Estamos en la era de la técnica y Muschietti asoma como un alumno aplicado del maisntream. Sin embargo, la prolija construcción de las escenas y algunas interesantes alegorías en las que el director sabe trabajar al mismo tiempo discurso y estética (como la de la sangre en el baño de Beverly) no se complementan del todo bien con la cohesión narrativa. Las escenas centrales de los primeros actos (las de la representación de los miedos de los protagonistas) quedan algo aisladas entre sí al ser yuxtapuestas arbitrariamente. De todos modos, más allá de lo mencionado en este párrafo, de la falta de sorpresa producto de la masividad que logró una serie en muchos puntos similar como Stranger Things, y a pesar de quedarse a mitad de camino entre la brutalidad gore y el coming of age á la Stand by me (1986), It resulta un producto inocuo pero afable, si es que eso puede ser considerado un cumplido.