Obra que capta la esencia natural de la prosa de Stephen King
No hay muchos antecedentes de tanta expectativa frente a una adaptación cinematográfica basada en un texto de Stephen King, aun cuando los resultados finales en general han sido tan decepcionantes. Sin ir más lejos, el bofe de “La torre oscura”, estrenada hace algunas semanas, sirve como botón de muestra. Si a eso le agregamos los pésimos productos del género ingresados a la cartelera últimamente el panorama no es precisamente alentador. ¿Qué es lo que genera tanta ansiedad entonces? Dos cosas: primero, la enorme (¿mejor?) novela escrita hace treinta años y, segundo, el director, el mismo de “Mamá” (2013), muy buena muestra del manejo del horror y el suspenso con la cual saltó a las luminarias de Hollywood.
El primer gol de Andy Muschietti fue romper la estructura de la narración original que iba y venía entre pasado y presente rebotando el punto de vista entre siete personajes y distintas edades. El segundo fue dividir su adaptación en dos capítulos: El de la niñez-pre-adolescencia de los protagonistas y el de la adultez (a estrenarse en dos años aparentemente). Por último, trasladó la acción a la década de los ‘80, la cual conoce muy bien en todo sentido. Estas fueron las premisas, los puntos de partida para el guión, muy bien escrito por Chase Palmer, Cary Fukunaga y Gary Dauberman, éste último íntimamente relacionado con libretos para películas de terror.
En la introducción vemos a Georgie (Jackson Robert Scott) yendo a hacer flotar un barco de papel, que le hizo su hermano mayor Bill (Jaeden Lieberher), en plena tormenta de lluvia. Desde una alcantarilla alguien lo asesina. Poco más de un año después las clases están por terminar y todos los chicos andan felices por el período de vacaciones excepto Ben, que no ha parado de tratar de encontrar a su hermano.
Ante todo “It” es una obra sobre la amistad y los miedos (sobre todo los que generan los cambios de etapas de la vida, niñez-adolescencia). El texto tiene muchísimas referencias al cuento corto del mismo autor que luego derivaría en la enorme “Cuenta conmigo” (Rob Reiner, 1986), empezando poque también se trata de chicos de 12 años. Bill, Ben (Jeremy Ray Taylor), Beverly (Sophia Lillis), Richie (Finn Wolfhard), Mike (Chosen Jacobs), Eddie (Jack Dylan Grazer) y Stanely (Wyatt Oleff) tienen algo que los une más allá del mismo colegio y su autodenominado “Club de los perdedores”.
Los siete han atravesado, o atraviesan, por experiencias traumáticas con carencias importantes en el seno del hogar, y a su vez tienen visiones espantosas con un payaso diabólico llamado Pennywise (Bill Skarsgård) que les muestra el horror de sus temores más ocultos.
Si en “Mamá” los dos niños protagonistas tenían un vínculo fuertemente parental con el fantasma de marras que ejercía la sobreprotección, en “It” se trabaja el factor externo del desamparo, la crueldad, y la carencia afectiva como causante de los temores internos. Mike es forzado a matar animales en un corral, Beverly sufre abusos de su padre, Eddie no tiene padre, se contagió la hipocondría de su madre y le tiene miedo a todo tipo de contagio, Jeremy sufre el constante y cruel bullyng en el colegio, y así con todos, conformando la fuente de alimento del mal. Pennywise es el instrumento con cual el guión explica la oscuridad del mundo, así como el “Alien”(1979) lo es para Ridley Scott.
Desde el lado estético, más allá de la estupenda dirección de arte, efectos y música (algo estridente a veces) “It” es un “cálido abrazo”, y a la vez el costado negro, de historias icónicas de los años ochenta como “Los Goonies” (Richard Donner, 1985), “Los exploradores” (Joe Dante, 1985), la citada “Cuenta conmigo”, y en cierta medida de E.T. (Steven Spielberg, 1982), mezclado con la más reciente “Super 8” (J.J. Abrahams, 2014). Como en todas ellas el elenco juvenil es sencillamente estupendo. Se los ve relajados, naturales y con una tremenda personalidad frente a la cámara y en gran parte del buen funcionamiento tiene que ver con la química entre ellos.
Claramente es un terreno que el realizador conoce bien y en el cual se siente cómodo, porque la cantidad de guiños a ese cine es innumerable.
Este estreno, que va a romper varios récords, se inscribe como de lo mejor del género de este último tiempo con escenas que se recuerdan un tiempo largo, pero sobre todo por la capacidad de haber captado perfectamente la esencia natural de la prosa de Stephen King, ese factor humano, frágil y vulnerable a la hora de enfrentar los miedos y superarlos. Cuando esto pasa, el producto final es casi imbatible.