Lo indecible tiene cara de payaso
La película indaga en los miedos infantiles mientras retrata una sociedad hipócrita, marcada por la violencia que se disimula. Pennywise sobresale en un relato donde el mayor miedo de cada uno de los niños es convertirse en adulto.
Son varias capas de sentido las que se superponen y hacen de It una película nodal en el mundo Stephen King. Sea por sumar un capítulo sustancial a una filmografía ecléctica ‑en donde sobresalen De Palma, Romero, Kubrick, Darabont‑, con algunos films memorables -Cementerio de animales, Maleficio, Los ojos del gato‑ y otros deleznables, pero sobre todo por colocarse como un hito, capaz de actualizar un disfrute que parecía perimido o de caldo efectista, si es que se piensa en el cine mainstream.
Evidentemente, el realizador Andy Muschietti filma It a partir de lo que ha vivenciado entre tantas películas de terror vistas durante su niñez y adolescencia. Son los años '80 y allí están las alusiones al cine de la época, entre carteles y marquesinas, pero con el faro puesto -de modo explícito‑ en Cuenta conmigo, el estupendo film de Rob Reiner, seguramente una de las mejores versiones de la obra de King.
Como en aquel título -y tantos otros de esos mismos años, con un grupo de niños como protagonista‑, la It de Muschietti recrea un mismo sentimiento de amistad, aventura, miedos. Aspectos que los niños adoptan como un lazo, con el desafío puesto en el enfrentamiento al mundo adulto. La tragedia o el desprecio habrán de marcar sus vidas, un rasgo que la literatura de King ha trabajado de manera intensa. Como variaciones de ese cuento de King en donde papá se transforma en algo monstruoso luego de beber latas de cerveza, en It podrá verse esto y más.
El film logra actualizar un disfrute que parecía perimido o de caldo efectista, si es que se piensa en el cine mainstream.
Vale decir, It retrata una sociedad en donde la violencia se tapa o disimula mientras se la ejerce. Los adultos, si aparecen, es para observar, vigilar, retar y, de paso, propagar en sus hijos un mismo hacer violento. La policía interviene pocas veces, y cuando lo hace es porque debe reprimir y degradar a los más jóvenes, aunque se trate de sus propios hijos. Madres, padres... los adultos no son personas confiables. Vale decir: tras los gestos preocupados de una madre que sólo mira televisión, se esconde una sujeción para toda la vida; la bibliotecaria que debiera incentivar la lectura sin embargo alecciona al pequeño: debieras estar afuera -le recomienda‑, jugando; o tal como enseña el padre a su hijo, durante el carneo de ovejas: matas o te matan.
Dado el panorama, los niños tendrán que adaptarse y sobrevivir, o lo que es lo mismo, crecer. Como rasgo esencial, aparece el miedo. El payaso Pennywise, justamente, encarna "eso".
Desde el orden figurativo, la película de Muschietti ha logrado reinventar la imagen del Pennywise televisivo que delineara el actor Tim Curry en 1990 (ese fin de época donde se sitúa la nueva It). Es decir, el payaso Pennywise finalmente se inscribe -y es esta película su rúbrica‑ en la galería de los nuevos monstruos clásicos, a partir de la interacción benéfica que suponen los distintos registros: cine, cómic, literatura. Tal como le sucediera al monstruo literario de Frankenstein a partir de la caracterización de Boris Karloff, el Pennywise que ahora interpreta Bill Skarsgard redunda una misma combustión.
Por otra parte, es cierto que el film de Muschietti encuentra filiación con otros ejemplos de misma voluntad, como Super 8 o Stranger Things, pero su concepción apunta al díptico. Puesto que el segundo capítulo transcurrirá en el tiempo presente, habrá que completar la película allí, ya que será con ese film como el realizador -se espera‑ conciba una recreación más acerada, desde el presente, con los niños ahora convertidos en el mayor de sus miedos: ser adultos.
Como rasgo mayor, hay que destacar la propuesta formal de It. Por ejemplo, es en Beverly, el personaje femenino, en donde el film encuentra un vaivén simétrico. En este sentido, si bien la desaparición del hermanito de Bill es la que guía el devenir de los hechos (a través de un grupo de niños prioritariamente masculino), es la irrupción femenina la que organiza el relato: la menstruación, el baño explotado, el primer beso. Cada una de estas instancias estará atravesada por la sangre: sugerida o desbordante. El beso aludido, por su parte, dejará su mancha roja sobre el rostro del niño, para que la infancia concluya con la promesa del reencuentro. Todo un desenlace.