La manada de los perdedores
Al igual que la mayoría de las adaptaciones de los libros de Stephen King, los films basados en su obra dicen más sobre las limitaciones y los manías de la industria cultural en la actualidad que sobre los textos del maestro del terror en sí. A su vez, la aceptación de la obra del escritor norteamericano por un público masivo impulsa rápidamente a la industria a emprender la adaptación de sus trabajos, y en este caso, a realizar una nueva versión de la película de 1990 basada en la novela homónima editada en 1986.
Para la nueva versión del clásico de King participaron tres guionistas, Chase Palmer, Cary Fukunaga y Gary Dauberman, que realizaron una buena labor con la intención de despegarse de la película anterior escrita por Lawrence D. Cohen (Carrie, 1976) y dirigida por Tommy Lee Wallace (The Twilight Zone, 1985- 1986), pero con una clara búsqueda de una atmósfera retro de los años 80 del siglo XX que remita a la época del texto original. El resultado, plasmado por el director argentino Andy Muschietti (Mamá, 2013), es un film que retoma el clima nostálgico aunque poco realista de la década mencionada con una gran similitud a la primera temporada de la reciente serie de Ross y Matt Duffer, Stranger Things (2016).
En una pequeña ciudad de Maine un monstruoso payaso que habita en las alcantarillas, Pennywise (Bill Skarsgård), acosa a los niños con sus peores pesadillas para alimentarse de su miedo y su carne durante un año de cada 27. Un grupo de amigos intenta ayudar a Bill, un niño cuyo hermano ha desaparecido, a buscarlo y así descubren que el payaso que los acosa es real y está relacionado con las desapariciones de varios niños.
La narración se centra en el terror que el payaso genera y causa para alimentarse pero no pierde de vista la construcción de los personajes, creando personalidades muy específicas para cada uno de los protagonistas y una historia particular que los une como perdedores, o más bien los únicos inteligentes, en un pueblo que parece enajenado por la locura y una necesidad de negación. Los abusos de los efectos de sonido que caracterizan al cine de terror actual son moderados pero se los utiliza innecesariamente en varias escenas que podrían haber tenido una construcción más psicológica con un mejor resultado.
Las interpretaciones de todo el elenco son muy buenas, representando la infancia y el mal que la corrompe en una ciudad pequeña donde la malignidad acecha en forma de payaso y los padres parecen unos dementes entregados a la negación, la violencia, la lascivia incestuosa, la hipocondría contagiosa y un estado de locura general, paranoia y perversión que se transmite de generación en generación desde la fundación del pueblo.
Además de la incesante catarata de bandas, películas y recuerdos varios de época hay referencias sobre al fin de la infancia y el paso a la adolescencia, el inocente descubrimiento de la sexualidad y el amor y la perdida de la ingenuidad en un contexto metafórico en el que los padres son aún peores que el payaso maligno y los niños deben escapar de peligros múltiples que amenazan su desarrollo humano e intelectual.
It (2017) es una manifestación de las arbitrariedades de las modas cinematográficas que no se quieren alejar demasiado de lo que el mercado dictamina como rentable sin reflexionar sobre la necesidad de la experimentación para buscar la novedad que genere los saltos cualitativos que transforman a los géneros, enriqueciéndolos. A pesar de esto el opus funciona en su recurso melancólico de época creando una narración aterradora y utilizando con criterio los recursos para construir una historia sólida que usa el relato de King y la adaptación anterior para buscar su propia identidad con el fin de crear el mismo fenómeno que el libro y la película causaron en la generación juvenil de los años 80 y 90 del siglo pasado. El film de Muschietti no logra plasmar toda la naturaleza fantástica y terrorífica de una novela genial pero, bajo el tamiz de la visión actual del mundo y del pasado, se acerca bastante a la esencia que King le imprimió a su excepcional obra.