En 1986, Stephen King retrata desde el horror la infancia de fines de los años 50 en una de las mejores novelas jamás escritas. En 1990, Tommy Lee Wallace la llevaba a la televisión en formato miniserie, hecho que marcó un hito en la época y llevó al actor Tim Curry a darle vida a Pennywise, un personaje terrorífico que nadie olvidaría en el mundo de la cultura y el cine. Hoy llega el turno del audaz Andy Muschietti –Mamá (Mama, 2013)-, un argentino que se animó a despertar a un nuevo payaso diabólico en una adaptación muy personal del libro de King. El resultado es majestuoso.
Lo que para King pasaba durante el verano de 1958, para el cineasta argentino fue más fácil llevarlo a 1989; esa facilidad pasa por ambientar los hechos en la misma época en la que creció. Las vivencias y experiencias (juegos, relaciones, amistades, miedos) de El Club de los Perdedores en la ficción, son propias de Muschietti por esos años, lo que propicia una representación y encarnación del miedo mucho más moderna y fresca, incluso con toques de humor.
El equipo de los siete preadolescentes (un casting en donde no falla ninguno de los actores y donde la presencia de Finn Wolfhard potencia no sólo la dinámica entre ellos sino la totalidad de la trama) se enfrenta a una fuerza maligna que secuestra y devora a los niños del pueblo de Derry. Una criatura ancestral de otro mundo capaz de tomar diferentes formas, que ataca a la población cada 27 años.
Mientras esta versión de It retrata sólo la infancia de los personajes, como quizá la encontremos en obras maestras como E.T., el Extraterrestre (E.T. the Extra-Terrestrial, 1982) o Cuenta Conmigo (Stand by Me, 1986), se decidió hacer una segunda parte de la película que se centrará en la adultez de los mismos- haciendo honor al diálogo necesario entre dos líneas temporales que contiene la novela- al momento de reencontrarse para matar a “la cosa”.
Más allá del enfoque y las diferencias entre libro y películas, la historia no pierde su esencia y pone el foco sobre lo más vital: los traumas de la niñez que aún perduran en la pubertad en medio de una trama policíaca y de suspenso con altas dosis de terror y violencia, y presenta una sociedad que, ante esto, decide mirar hacia otro lado como si nada pasara.
Se nota la mano hábil de Muschietti a la hora de tomar decisiones de estilo, estética y construcción del villano, desde la creación física y gestual de una nueva versión de Pennywise hasta contar dentro del casting con el actor sueco Bill Skarsgård para interpretarlo, en un balance perfecto entre el rostro aniñado y la mirada siniestra; una grata sorpresa hasta para los más puristas de la novela.
La It: Eso (It, 2017) de este año desembarca en los cines más que renovada desde la primera escena (la clásica en la que vemos al pequeño Georgie jugando en la lluvia con su barquito de papel dirigiéndose hacia la alcantarilla, hermosamente construida con un clima escalofriante y tenso). El film de Muschietti no se guarda nada y toda la potencia narrativa, visual y violenta del libro se hace presente todo el tiempo, mientras que la miniserie de los ’90, a pesar de calcar tal cual los diálogos, narraba la historia de manera solapada. En esta nueva versión vemos mutilaciones, torturas, signos de abuso sexual y violencia física.
El talento de Muschietti para marcar una huella estilística y para crear climas ya quedó afianzado. It: Eso es mucho más que sólo una buena película de terror. Es una obra maestra que no se parece a ninguna otra. Es con seguridad uno de los mejores films de terror de todos los tiempos.