Durante su vida, J. Edgar Hoover llegaría a convertirse en el hombre más poderoso de los Estados Unidos.
Como director de la Oficina Federal de Investigación (FBI) durante casi 50 años, hizo cualquier cosa para proteger a su país. Sus métodos fueron a menudo despiadados y en ocasiones heroicos, pero la anhelada recompensa de la admiración siempre le fue esquiva.
En el filme de Clint Eastwood, Hoover (Leonardo DiCaprio) dicta sus recuerdos a uno de los agentes a su cargo. Será su propia mirada sobre su vida la que el espectador conocerá, con el filtro que éste mismo elige colocar. El montaje sobrevuela de forma paralela las instancias policiales y políticas más significativas de su existencia.
El guión se centra en la figura de Hoover como hombre que podía ejercer su poder sobre líderes políticos y personalidades de la nación, sucumbir ante los autoritarios pedidos de su madre (impecable Judi Dench) y dejarse amar en secreto por Clyde Tolson (Armie Hammer), colaborador, compañero y confesor. Eastwood se toma más de 2 horas para atravesar esas casi 5 décadas, de los años 20s a los 70s del siglo pasado, explorando la vida pública y personal de un hombre que podía distorsionar la verdad tan fácilmente como la podía defender durante una vida entregada a su propia idea de la justicia, a menudo influida por el lado más oscuro del poder. Respecto a los rumores sobre su sexualidad, Eastwood elige sugerir más que mostrar, intentando no meterse en las sábanas de este controvertido hombre, pero dejando bien en claro la vida de prohibiciones sentimentales que debió atravesar junto a su fiel asistente, su único y verdadero amor.
El trabajo de maquillaje resulta lo peor de este filme, no está logrado, y aleja un poco de lo que pretende ser real o verídico, generando rostros avejentados muy “plásticos”. Naomi Watts tiene un importante rol pero no está del todo explotado, dejándola desdibujada.
Di Caprio arrasa una vez más con este protagónico, así como lo hiciera en otro biopic de otro enorme director: “El aviador” de Scorsese; lleva adelante el filme con enorme entrega, palmo a palmo con un gran director como lo es Eastwood, pero ciertas escenas resultan algo estiradas, ralentizando sensiblemente el desarrollo del filme, que no deja de ser sugestivo.