Hoover: Una vida al servicio del poder
En el mundo se conoce el FBI (Federal Bureau of Investigation), pero pocos saben que su fundador fue J.E. Hoover. ¿Quién fue John Edgard Hoover? Un visionario, un psicópata, un paranoico, un megalómano, al que además se le pueden atribuir otros cientos de adjetivos, o un hombre que defendió un modo de vida contra la corrupción, el crimen y la inmoralidad. Pero lo que es indiscutible en este abogado, educado en George Washington University, es que hizo de su vida un emblema de poder. Se lo nombró director del FBI en 1924 y mantuvo el cargo hasta 1972, pasando por tres guerras y sobreviviendo a la gestión de siete presidentes, que no pudieron destituirle por el costo económico y político que les implicaba.
J.E.Hoover nació en Washington, D.C. en 1895, los detalles de su vida poco se conocen. Su certificado de nacimiento no fue completado hasta 1938. Los datos que aparecen surgen de un perfil de 1937 hecho por el periodista Jack Alexander. J.E.Hoover fue el más beneficiado de sus hermanos, ya que toda la familia se ocupó en apoyarlo para que se graduara en Derecho (1917). Siendo su castradora madre (Judi Dench, en el film) la propulsora de ese privilegio. Su padre y una hermana fueron internados por insania.
Trabajó en la Biblioteca del Congreso, siendo miembro de la Kappa Alpha Order, una sociedad fraternal (algo secreta) que aún hoy se enorgullece de su tradición sobre los valores de caballería. Esto es una reminiscencia de la versión romántica de los Cruzados. Un miembro de la Orden Alpha Kappa se debe esforzar por ofrecer la reverencia a Dios y las damas (“Dieu et les Dames”), como se describe en el lema. Además, la idea de que "La excelencia es nuestro objetivo" enorgullece a sus miembros y los obliga a dedicar su vida a una mayor mejora personal, dando cuenta de que siempre hay que seguir esforzándose por la excelencia.
Como estudiante de leyes, Hoover se interesó por la carrera de Anthony Comstock, que en 1873 creó la Sociedad de Nueva York para la Supresión del Vicio, una institución dedicada a la supervisión de la moralidad de la población. El Inspector Postal de Estados Unidos lideró prolongadas campañas contra el fraude y la depravación (también contra la pornografía y la información acerca del control de la natalidad). Se cree que Hoover estudió los métodos de Comstock, tomándole como ejemplo por su eficacia en la persecución del delito y en no temer tomar atajos en la lucha contra el crimen.
Este controvertido personaje, inflexible y oscuro, temido por políticos, artistas, empresarios, mafiosos y hasta por la gente común, fue trasladado al cine por Clint Eastwood, apoyado en su adaptación física y vocal por un fuerte, sensible y extraordinario Leonardo DiCaprio, que deja al descubierto la humanidad de J.E.Hoover (a pesar de un férreo maquillaje que limita en extremo sus movimientos, pero que a la vez da la justa pátina de película antigua al conjunto). Eastwood en esta versión ofrece una mirada casi piadosa – al individuo no a sus obras- de un hombre que representa a un gigante del siglo XX, con una extrema voluntad de poder y habilidades de autopromoción de verdadera estrella, que construyó una ciudadela de la información, pero que estaba escindido entre su conducta personal y la pública, que se enfrentaba a organismos privados y oficiales.
La visión de Clint Eastwood es la de un director que busca no enjuiciar, sino más bien hacer un retrato que acerca al espectador a la soledad y ambición del que fuera el fundador de una institución modelo en Estados Unidos y por ende en el resto del planeta. La denominación de policía científica nace con él y en la actualidad es un instrumento fundamental para cualquier análisis de situación criminal. Pero no se sabe bien porque Eastwood obvió una parte importante del mundo de Hoover, y fue su relación con el mackartismo y la cacería de brujas de comunistas, homosexuales, negros y judíos.
Clint Eastwood escapa de su línea habitual de narrar en ritmos agitados y giros sorpresivos, para contar una historia lineal, sostenida por una rigurosa dirección de actores cuyo comportamiento es natural al componer sus personajes y lograr una empatía correspondida por el público.
La narración comienza en la década de 1960 con un disparo en el edificio del Departamento de Justicia, el hogar original del Bureau, para dar una idea de la ubicación del establecimiento, y de la institución. Luego se escucha gritar a Hoover en off ("El comunismo no es un partido político, es una enfermedad"), para de inmediato cambiar de escena y la cámara escanea la máscara de muerte de John Dillinger, para detenerse en el rostro pálido de Hoover y enfrentar al espectador con la flacidez de su rostro.
La historia real se inicia cuando Hoover, viejo, encorvado, calvo, su rostro tan gris como su traje, dicta sus recuerdos a uno de sus agentes, Smith (Ed Westwick), y que se dramatiza en flashback. A pesar que la narración es algo dispersa, no deja de ser un acierto del guionista Dustin Lance Black (“Milk”, 2008 - “Virginia”, 2010 – “Something Close to Heaven”, 2000 - “The Journey of Jarred Price”, 2000) darle un tono de pseudodocumental. Éste centra su atención en una figura única, en el análisis de sus circunstancias y los detonantes que harán de él un arquetipo histórico, que fue instaurado por el presidente Calvin Coolidge (1923-29). En segundo plano se pasa por Capone, Dillinger, Melvin Purvis, Pretty Boy Floyd, Baby Face Nelson, Machine Gun Kelly, Franklin Delano Roosvelt, la Gran Depresión, los Kennedy, Nixon, el Ku Klux Klan o Luther King; tan sólo el tema de la muerte del hijo de Lindbergh y la Ley del mismo nombre, ocupa una parte trascendente de la trama.
Armie Hammer (“The Social Network”, 2010) interpreta a Clyde Tolson, segundo al mando de la agencia, que además era compañero, colaborador y confesor. Armie-Tolson con sagacidad logra que Hoover-Di Caprio frene sus instintos de arremeter contra todos y todo y controle sus arrebatos de ira, también permite conocer la realidad más profunda del funcionario. Tolson es un chico de oro que, aquí, al menos, físicamente recuerda en la década de 1920 al tenista Bill Tilden. Rápidamente se convierte en ayudante constante de Hoover, el compañero de toda la vida. Los hombres se reúnen en un bar, introducido por un conocido mutuo. Él influye en el modo de vestir, de caminar, de moverse que luego mantendrá Hoover durante el resto de su vida.
Pero la que le obliga a Hoover a poner los pies sobre la tierra y ver la realidad social y política tal como era, es Hellen Grandy , secretaria más que especial qué renuncia a su vida personal por dedicarse a su trabajo, con tanta eficiencia que a la muerte de éste destruye todos los archivos secretos sobre sus posibles o improbables enemigos. Este rol de ser sombra y a la vez alguien insustituible es magistralmente interpretado por Naomi Watts (“Mulholland Drive”, 2001 - “Dangerous Beauty”, 1998 - “King Kong”, 2005 - “21 gramos”, 2003).
Interesante realización que se asienta sobre un excelente trabajo de dirección y una desacostrumbrada edición, ostentando un delicado relato espaciotemporal, y una ambientación ceñida a las épocas en que transcurre la historia. Sin olvidar su estupenda fotografía y una banda sonora, con música del propio Clint Eastwood, y pequeños toques de las estupendas variaciones de Goldberg.
Desde el pasado J.E.Hoover, que jugó con su vida de modo tan heroico como en la ficción lo hacía un James Cagney, nos dice que debemos estar prevenidos porque seres como él siempre estarán presentes en la historia actual, y la que vendrá, y que a pesar de aferrarse al poder éste siempre hace su guiño cómplice a la muerte y ésta tenderá sus redes para llevarlos. Nadie escapa al destino y esas fuerzas que se ocultan detrás de quienes nos gobiernan o gobiernan el mundo por mezquinas y mediocres que sean tienen algo en común con el resto de los seres humanos y es la finitud.