El lado secreto del FBI
El director Clint Eastwood aborda la vida pública y privada de uno de los directores más polémicos del FBI. J. Edgar, que se mantuvo a lo largo de ocho presidencias luego de fundar el organismo en 1924.
El film va y viene en el tiempo (el segundo tramo resulta más interesante que el comienzo) y Eastwood echa mano a investigaciones, extorsiones y chantajes para situar la actividad del personaje principal, mientras propone un recorrido por gran parte de la historia norteamericana.
Lo más interesante de J. Edgar reposa en la relación que el personaje mantuvo con su asistente Clyde (Armie Hammes), subdirector del FBI, compañero, confidente y algo más; la convivencia con su madre (Judi Dench) y la confianza depositada en su secretaria (Naomi Watts). El cineasta recurre a detalles y frases que pintan el universo íntimo del conflictivo líder del FBI. Y también hace referencia a un caso legal que termina con la pena de muerte (el secuestro de un bebé) y al pedido de más recursos y herramientras para poder manejar el organismo.
Eastwood no desaprovecha la oportunidad que le da el guión de Dustin Lance Black (Milk) para meterse en el mundo del cine, donde desfilan fragmentos de films de James Cagney y hasta la recreación de la niña prodigio, Shirley Temple.
En medio de un mundo que se muve por decisiones políticas, chantajes e información reservada, también el espectador accede el micromundo de un hombre (o dos) para espiar el peso de una educación materna severa que culmina en sentimientos reprimidos.
Si bien no es la mejor película de Eastwood, queda claro que es un excelente director de actores: Leonardo Di Caprio (olvidado injustamente en las nominaciones para el Oscar) deja asomar la emoción a través de espesas capas de maquillaje y Armie Hammer lo acompaña con solvencia, silencio y convicción.