Siempre conviene rever el caso Dreyfus, aquel episodio sombrío de la Belle Epoque, cuando la Francia ultramontana se ensañó con un inocente falsamente acusado de espionaje, degradado y enviado a la Isla del Diablo, hasta que otra parte de Francia logró reivindicarlo. De un lado, el Estado Mayor del Ejército y los fanáticos xenófobos y antisemitas. Dreyfus era judío alsaciano, el chivo expiatorio perfecto. Del otro lado la familia, algunos hombres de letras como Emile Zola con su impactante “Yo acuso” publicado en primera plana, algunos políticos que con leyes de avanzada intentaban levantar la endeble Tercera República, y un militar digno de su uniforme, al que tampoco le gustaban los judíos, pero menos aun le gustaba la injusticia.
Esa es la historia. Ya la contaron, entre otros, José Ferrer con el novelista Gore Vidal, e Yves Boisset con Jorge Semprún. Ahora la cuenta Roman Polanski, apoyado en la novela de Robert Harris “An Officer And A Spy”, apoyado a su vez en el libro del historiador Christian Vigoreaux “George Picquart, dreyfusard, proscrit, ministre”. Ahí está lo novedoso. El punto de vista de estos tres notables es, precisamente, el del coronel Georges Picquart, que se jugó su carrera, y hasta su vida, por la verdad, la justicia y el honor de las armas. Un verdadero ejemplo.
Así, esta nueva obra de Polanski forma con “El pianista” un díptico sobre las humillaciones sufridas por los judíos, y sobre los militares justos que también existen. Picquart en un caso, y en otro el capitán Wilhelm Hosenfeld. Esos son los temas, y, para llegar más profundamente al interés, el sentimiento y el pensamiento de los espectadores, el director simplemente expone la historia en un estilo clásico, sin sentimentalismos, golpes bajos, discursos ni chisporroteos de moda, solo con mano firme, tensión creciente y mirada lúcida, manejando un elenco tan notable como numeroso, y una producción tan compleja que hubiera desanimado a cualquier otro director de su misma edad (86 al momento del rodaje, 88 al día de hoy). El resultado es notable, y acaso sea ésta, además, la película más completa que se haya hecho sobre el caso Dreyfus. Solo deja, para quien quiera hacerlo, la historia de otro héroe de aquel tiempo: el financista Jacques De Castro, que descubrió y a riesgo de su vida denunció al verdadero espía por cuyos delitos habían acusado a Dreyfus. Pero quizás a nadie le interese demasiado filmar la historia de un financista bueno.