Puede que sean gigantes
A las huestes de cuentos de hadas modernizados recientemente en la pantalla grande se suma Jack el Cazagigantes (Jack the Giant Slayer, 2013), adaptación de “Jack y las habichuelas mágicas”, en el que un enorme tallo se eleva hacia los cielos de la noche a la mañana, transportando al héroe a un palacio poblado de gigantes. El director Bryan Singer y su séquito de guionistas toman esta sencilla premisa y la convierten en una épica de dos horas, protagonizada por adolescentes y orientada al público infantil.
La película comienza con un prólogo animado (de una curiosa baja calidad, queriendo quizás señalar la “ficción dentro de la ficción”), un tour por los hechos históricos que serán pertinentes a la trama: concretamente, años atrás, hombres y gigantes libraron una guerra que terminó con la hegemonía de los primeros y el exilio de los últimos. En el mítico reino de Cloister (“claustro”), dos niños, un campesino y una princesa, se van a dormir todas las noches con esta leyenda, alimentando su sed de aventura.
“Diez años después”, Jack (Nicholas Hoult) e Isabelle (Eleanor Tomlinson) son prisioneros de sus respectivas condiciones sociales. Él debe trabajar arduamente para mantener su cabaña mientras que ella está comprometida al claramente villanesco Lord Roderick (Stanley Tucci). Sus peripecias están sacadas del diario de la Princesa Jazmín. Se escabulle del palacio para catar la vida plebeya en un bazar y es salvada de una situación peliaguda por el héroe, sólo para ser devuelta a su sobreprotector padre, el rey.
Isabelle vuelve a escapar de todas formas, y da de casualidad con Jack en su cabaña. Jack ya ha cambiado su caballo por las proverbiales habichuelas, de las cuales una germina esa misma noche, disparándose el tallo hacia el cielo y llevándose consigo a la princesa. Inmediatamente se forma un contingente de rescate que incluye a Jack, Roderick (siempre con motivos ulteriores) y el galante capitán de la guardia, Elmont (Ewan McGregor).
La película se desenvuelve con lujo de efectos especiales, desde los gigantescos habitantes de las nubes hasta una climática batalla final. Pero sus méritos son puramente cosméticos, y no con cosmética se mantiene el interés en una película tan larga, con tan poco humor y con tan poca imaginación. Para tratarse de una “modernización”, la historia de Jack, los gigantes y las habichuelas se reproduce casi intacta en media hora, y el resto es relleno tomado de películas similares.
La historia es particularmente cruel hacia el personaje de Isabelle, en comparación a las recientes y poderosas encarnaciones de femmes fantastiques como Caperucita Roja, Blanca Nieves o incluso Gretel a secas. Consideremos: la historia arranca más o menos prometedoramente, presentando a dos niños muy distintos unidos por un amor mutuo a la aventura, y luego reduce a uno de ellos a una damisela en apuros cuya función en la vida será motivar las acciones de personajes menos interesantes que el suyo. Jack, por ejemplo.
Jack el Cazagigantes entretiene de a momentos, así como aburre en otros tantos, en los cuales se entrevé cuan mecánica, rutinaria y poco inspirada es la película. En ningún momento vislumbramos una idea original, algo que nos convenza de que hay otra intención que el breve impacto de ver un gigante las primeras dos o tres veces.