Son unos monstruos grandes y (no) pisan fuerte
Esta nueva película de Bryan Singer intenta recuperar el espíritu de los tradicionales cuentos de hadas (de hecho, arranca con padres leyéndoles el libro a sus hijos en la cama) con una apuesta más clásica que moderna (léase esa estética de cómic tan de moda en los reciclajes recientes con relecturas feministas incluidas).
Esta apuesta inicial -casi old-fashioned- por parte del director de Los sospechosos de siempre y la saga X-Men era más que interesante, pero el resultado, sin ser un fracaso estrepitoso, está lejos de ser satisfactorio. Es que esta historia ambientada en la Inglaterra del siglo XVIII -que combina elementos de Furia de titanes y El señor de los anillos- es por momentos más pesada (elefantiásica, mastodóntica) que los gigantes del título. Una aventura que, más allá del vistoso trabajo de CGI y captura de movimiento para animar a los inmensos malvados, no logra que su trama (ni sus imágenes en 3D) fluyan ni entretengan demasiado.
Hay aquí una clásica historia de amor entre una princesa demasiado curiosa e independiente para la época (Eleanor Tomlinson) y un “mendigo” (el inglés Nicholas Hoult, visto recientemente en Mi novio es un zombie), un rey en problemas (Ian McShane), un caballero valiente (Ewan McGregor), un malvado de historieta (Stanley Tucci), unos frijoles mágicos capaces de hacer crecer plantas hasta el cielo y, claro, un universo fantástico en las alturas con los gigantes que intentarán dominar a los humanos.
Uno puede admirar una vez más la capacidad técnica de la industria de Hollywood a la hora de poner en pantalla a las inmensas y monstruosas criaturas corriendo a los soldados o destruyendo el palacio, pero también puede cuestionar a esta producción de 200 millones de dólares de presupuesto por no haber podido trasladar esa disponibilidad de recursos a una historia más redonda y eficaz. El vaso medio vacío.