Sí, tal cual, otro cuento de hadas llevado a dimensiones épicas, 3D, pantalla gigante, gente que vuela, monstruos imposibles, etcétera. Funciona de a ratos porque, a esta altura, lo maravilloso se termina convirtiendo en un lugar común, y el realizador Bryan Singer -ocasionalmente talentoso: recuerden Los sospechosos de siempre o la segunda película de la saga X-Men- no logra imponer el tema del diferente atrapado en un mundo que no puede manejar (su tema, digamos) a una historia que desborda visualmente pero no emocionalmente.