Si Walt Whitman viviera hoy, su frase “Yo canto el cuerpo eléctrico” seguro se aplicaría a Tom Cruise. Es uno de los pocos actores de estos tiempos que trabaja con todo el cuerpo, y en Jack Reacher demuestra que la interpretación también es cuestión de músculos y tendones. Para que quede claro: el hombre aquí es un ex militar, una suerte de justiciero oscuro acusado injustamente de un crimen, sin nada que perder y con gente a la que rescatar. No es, aunque parezca, Ethan Hunt, el protagonista de la serie Misión: Imposible a la que le ha prestado el cuerpo. Hunt es más alegre, a veces más lírico. Es y se sabe bueno, se enamora, quiere a sus amigos. Reacher quizás también, pero es más oscuro, marginal, irónico. No es un héroe (o por lo menos no se describe como tal) sino un “desperado”. Y Cruise, de modo milagroso, hace la diferencia entre los dos personajes no con el rostro o el histrionismo, sino con el cuerpo: se mueven diferente y en ese movimiento hay una personalidad. La trama del film y el nervio que el director (aquel de Al calor de las armas, coguionista de Los sospechosos de siempre) le imprime cuajan perfecto con el despliegue puramente cinematográfico de Tom Cruise, el cuerpo eléctrico.