No llegar a ser
¿Para qué Jack Reacher: bajo la mira? ¿Cuál es el objetivo de hacer esta adaptación de la novela One shot, de Lee Child? La pregunta es fácil de contestar desde el lado del estudio Paramount, ansioso por construir otra franquicia, presentando a este ex policía militar frente a un caso en el que deberá develar qué hay detrás de la muerte de cinco personas a manos de un ex francotirador del Ejército.
La serie de interrogantes está más que nada dirigida a Tom Cruise, y quizás pueda responderse a partir de la exploración de géneros que viene haciendo el actor, trabajando el policial (Colateral), la ciencia ficción (Guerra de los mundos), el drama político (Leones por corderos), la comedia (Una guerra de película), el biopic bélico (Operación Valkiria), la acción (Encuentro explosivo y Misión: Imposible – Protocolo fantasma) desde un lugar donde problematiza su posición de estrella bella y carismática. Con Jack Reacher (personaje) la desestabilización se da a partir de que la presencia física de Cruise es totalmente opuesta al imaginario del personaje (que mide casi dos metros), e incluso se puede apreciar cómo el actor busca deglutir al ícono literario, adaptándolo a su visión cinematográfica, aunque en varios aspectos no de la manera más acertada: de ahí que Reacher pase de ser un tipo de pocas palabras y emociones en los libros, a alguien que necesita remarcar todo a través del discurso hablado y el temperamento elevado en la pantalla grande. Se puede percibir que Reacher es esencialmente un tipo de acción, con algunos agujeros negros en su vida, pero a la vez esos enigmas nunca alcanzan la suficiente potencia para hacer al personaje verdaderamente atractivo, porque en cierto modo todo en él es explicado. Es un libro abierto, demasiado transparente para cautivar al espectador.
Pero también puede pensarse el factor director/guionista, y más si tenemos en cuenta que Christopher McQuarrie ya viene trabajando con Cruise desde hace un rato (escribió el guión de Operación Valquiria) y que su pluma estuvo detrás del guión de esa maravilla llamada Los sospechosos de siempre. McQuarrie había debutado en la dirección con Al calor de las armas, un film un tanto fallido pero a la vez bastante entretenido e interesante, construido a partir de un relato que avanzaba sin pausa y con momentos de violencia inusitada. Sin embargo, acá el realizador está contenido, demasiado contenido en su tono, a pesar de que la sutileza a la hora de narrar lo favorecen en los primeros minutos, que son realmente muy buenos: allí comprime en un par de escenas lo que en otra película podría haber tomado media hora, con acertadas elecciones a la hora de construir la puesta en escena y un excelente trabajo con el sonido y la banda sonora. Pero luego no puede mantenerse a flote, recurriendo en demasiadas ocasiones a los diálogos redundantes, con un metraje que se extiende demasiado (los 130 minutos del film podrían haber sido 30 menos), más algunas bajadas de línea cargadas de obviedad (hay un monólogo donde Reacher se refiere a las frustraciones de la vida cotidiana que es bastante vergonzoso).
Hay toda una apuesta de volver atrás en el relato, con un héroe sin respeto por la ley, una violencia seca y dosificada, y hasta una larga persecución que rememora bastante a films como Bullit y Contacto en Francia. El problema pasa porque, tras una superficie que aparentemente reivindica esa mirada hacia tiempos donde la acción era a menudo un vehículo para la reivindicación de la mano dura, Jack Reacher: bajo la mira es en verdad casi una película culposa de Cruise y McQuarrie, dos tipos que últimamente daban la impresión de no importarles un comino lo que pidieran en Hollywood. De ahí que la historia esté atravesada por personajes esquemáticos, que siempre deben explicarse, como la abogada defensora Helen (Rosamund Pike) o su padre y fiscal Rodin (Richard Jenkins), y que sirven como trampolín para hablar de otros valores, caracterizados por el idealismo y la corrección política, muy propios del nuevo siglo. Y si es cierto que la narración intenta poner esas perspectivas en crisis, con ese protagonista regido por su propia ética y moral que es Reacher, lo cierto es que este es un típico caso de “le faltan cinco pa’l peso”: hay una constante necesidad de justificar todas las acciones y decisiones del protagonista, y cuando eso sucede, se evidencia un serio problema en el film.
Por eso son como un soplo de aire fresco el villano principal y su lugarteniente, encarnados con una gran solidez por Werner Herzog y Jai Courtney. De ellos sólo se arrojan ciertas pistas de sus orígenes, sus nombres y una motivación abstracta y concreta a la vez, como es la supervivencia. Son seres profesionales, de pocas palabras, conscientes de las chances de obtener una victoria o caer derrotados.
Reacher viene de “reach”, que en inglés significa “alcanzar”. El término puede ser vinculado con el protagonista, debido a su capacidad y convicción para llegar a la verdad de los hechos, sin importar el costo. Sin embargo, Jack Reacher: bajo la mira no posee la misma certeza, quedándose a mitad de camino de la esencia de su personaje. Es un film que se queda sin nafta.