Nuevamente el incansable Tom Cruise aparece inmerso en una conspiración y reparte piñas y tiros en esta secuela ambientada en su mayor parte en Nueva Orleans. El film no ofrece nada nuevo pero se le agradece su estructura clásica de acción.
El eterno Tom Cruise reaparece en esta secuela de acción que entrega lo que promete y no mucho más con su estructura clásica, siempre y cuando el espectador se deje llevar por los convencionalismos y los disparates que ofrece la trama.
Esta vez la dirección recae en Edward Zwick -Diamante de sangre, El último samurái- que narra una historia en la que el ritmo no decae y en la que el protagonista saldrá siempre ileso de todas las situaciones como todo héroe que se precie de tal. Reacher descubre en esta ocasión que Susan Turner -Cobie Smulders-, quien lo reemplazó como líder de su unidad, fue arrestada por espionaje y la ayuda a escapar en medio de una ola de conspiraciones, ventas de armas y una adolescente rebelde que corre peligro.
Uno de los puntos fuertes en este tipo de películas son los forajidos de turno, que perseguirán al trío estelar y el enfrentamiento final, que aqui sera en el mismísimo carnaval de Nueva Orleans.
Una película plagada de acción con un buen comienzo en un bar y la posterior huída de la cárcel, que es transitada por un Reacher destinado a destronar los entramados más complicados y haciendo dedo en rutas solitarias. Si bien su personaje no se diferencia mucho de otros del género, en Jack Reacher: Sin regreso el carisma de Cruise en pantalla, con su rostro lozano al que no parecen golpear demasiado los años, es el que mantiene el interés hasta el desenlace
Cuentas pendientes, una base militar que esconde secretos en Afganistán, soldados eliminados por conocer esos misterios y un asesino a sueldo dispuesto a todo, son los elementos que conforman esta segunda misión casi imposible que afronta Reacher, y que también descubre su lado afectivo, el más vulnerable. Tan disparatada como entretenida.