Si no fuera porque Tom Cruise es un grande, uno de esos actores que traccionan casi cualquier película con carisma y con todo el cuerpo, este sería un thriller de acción más, de esos que uno ve, sale del cine y olvida. Una pena porque Jack Reacher es un gran personaje (busquen las novelas que protagoniza esta especie de detective anónimo que se mueve en los entresijos de la realidad, valen la pena) y porque Edward Zwick supo hacer con el actor una gran película, El último samurai. Aquí hay otra conspiración, damisela en peligro (la bella y siempre precisa Cobie Smulders), vueltas de tuerca y algo de humor, que seguramente proviene del señor Cruise. Por alguna razón que no podemos elucidar, la prensa estadounidense aniquiló tanto este film como el anterior, y no, la verdad es que tal saña es, en ambos casos (sobre todo el primero), injustificada. Lo que falta es la malicia, la ironía y el afán lúdico de la primera, responsabilidad de un realizador desprejuiciado como Christopher McQuarrie, que es mucho menos adepto a las fórmulas que Zwick y que suele trabajar sobre la diversidad de puntos de vista, lo que incrementa el interés de las tramas. Dicho esto, volvamos a lo principal: Tom Cruise es un grande y, en una cartelera famélica, vale la pena seguirlo.