Peor... imposible
Cuando una película es tan mala como Jack y Jill uno se pregunta cómo es que nadie -sobre todo en una industria como la de Hollywood- se dio cuenta de lo que podía ser al leer el guión o al ver las primeras imágenes conseguidas en el set.
Llama todavía más la atención que la prolífica dupla entre el director Dennis Dugan y el (aquí doble) protagonista, coguionista y productor Adam Sandler hayan caído tan bajo, ya que en el pasado había regalado varias buenas películas como Un papá genial y No te metas con Zohan.
Sandler -que hasta se arriesgó en algún momento con títulos bastante audaces como Embriagado de amor y Hazme reir- interpreta aquí a dos hermanos (un varón y una mujer). No sé si a alguien le puede resultar gracioso ver a Adam en versión femenina, pero el resultado cómico (artístico) es patético. Para ponerlo bien clarito, en la comparación las berretadas de Olmedo y Porcel resultan verdaderas obras maestras.
Hay otro (supuesto) atractivo en este film: Al Pacino. Jack tiene que convencerlo de que participe en un comercial de Dunkin Donuts (tremendo chivo que recorre la película) y, claro, el "prestigioso" actor -que no pasa precisamente por el mejor momento de su carrera- se terminará enamorando de Jill.
Estamos en el universo de las comedias de enredos disparatadas, pero lo que es un disparate es la trama (que incluye secuencias en el Día de Acción de Gracias y en un lujoso crucero hasta llegar a la época navideña). Nada resulta gracioso, nada fluye, las sobreactuaciones abundan y los minutos parecen no pasar nunca.
En la hora y media de torturante relato sólo hay espacio para el despliegue histriónico de Sandler. Los otros personajes (por ejemplo, el de la esposa de Jack que interpreta Katie Holmes) quedan reducidos a objetos decorativos, sin el más mínimo desarrollo ni oportunidad de lucimiento. Así, lo único que importa es el desbordado unipersonal de Sandler. No se los recomiendo.