Sin un click
Jack y Jill (Jack and Jill, 2011) se suma a la larga lista de comedias producidas por la compañía de Adam Sandler Happy Madison Productions, que a su vez se encargó de financiar muchos de los films gestados por la dupla Dennis Dugan-Adam Sandler, desde su provechoso regreso en el 2007, con Yo los declaro marido y... Larry (I know pronounce you Chuck and Larry).
Jack y Jill (ambos personificados por Adam Sandler) son hermanos mellizos. Desde su llegada a la adultez ambos se vieron separados en vidas totalmente diferentes. Jack es publicista y reside con su familia en Los Angeles mientras que Jill vive, desde la muerte de su madre, en el Bronx de Nueva York. Todos los años se reúnen unos días para la cena de acción de gracias, únicamente para cumplir el calendario formal de la familia. Esta vez Jill deberá demorar su partida, ya que una estrella de Hollywood (Al Pacino) fundamental para los negocios de Jack ha adquirido cierto interés amoroso por ella.
Año 1996. Sandler se asocia por primera vez con Dougan conformando una falange colaborativa tradicional. El primero se encargaría del guión y el papel protagónico mientras el segundo de la dirección. La película es Happy Gilmore, y lo que ambos ignoraban, egos al margen, es que juntos producirían una obra fundacional y representativa de una vertiente humorística que luego se ensancharía en dimensiones inopinadas.
Desde entonces, Sandler definió los atributos esenciales de todos sus personajes. Hasta Jack y Jill, es posible reducir a los papeles protagónicos, auto-escritos por el comediante, a una observación. Generalizadora, quizá, pero considerablemente aproximada. Mientras la irracionalidad inunda a su entorno y la absurdez de los personajes supura en las esquinas, los personajes de Sandler siempre se distinguieron por adoptar una postura neutral y por funcionar como el único nexo de cordura entre lo ordinario (encarnado siempre por su personaje) y lo estrafalario (personificada por la gran mayoría de los personajes secundarios). Lo que sucede en esta película es que Sandler rompe ese exquisito equilibrio por su doble interpretación. Como Jack aporta la mencionada dosis de sanidad mental mientras que como Jill se encarga de destruirla. Esa notable pulverización no es lo único que falla, sino que debido a la pobre caracterización de sus personajes, el espectador nunca podrá despegarse de la idea de que lo único que está viendo, y que cambia de escena a escena, es a Adam Sandler con una peluca y un vestido. A diferencia de Eddie Murphy, el actor neoyorkino no logra aportarles variedad de matices a todos sus personajes y eso, en la pantalla, es evidente.
Esta reseña no se encargará de cuestionar los dotes actorales de Adam Sandler, ya que quien escribe considera que han sido demostrados hace mucho tiempo. Una indicación plausible, sin embargo, es que Jack y Jill se enlista dentro del retorno progresivo de Sandler al cine que lo hizo conocido. Existió una aventura, con frutos excelsos, por el cine de prestigio. En el drama, de la mano de Paul Thomas Anderson en Embriagado de amor (Punch Drunk Love, 2004) e incluso en la comedia, de la mano de Judd Apatow en Siempre hay tiempo para reír (Funny People, 2009). No obstante últimamente, Sandler cedió por completo ante esa transición que, si bien no es necesariamente negativa, cuando se trueca la solidez por la vaguedad y la elaboración por lo escatológico el resultado tiende a la pobreza.
Jack y Jill tiene muchos guiños a las colaboraciones previas entre Dennis Dugan y Adam Sandler. Y si bien contiene muchos de los elementos que los caracterizan, no es un justo ejemplo de su dinámica laboral.