El impulso del crítico, o simplemente del cinéfilo con espíritu de justicia es declarar que este nuevo despropósito del descerebrado de Johnny Knoxville es nada más que una idea abortada de lo que es el cine, ya no para hablar de arte, lo cual de por sí ya sería presuntuoso, o directamente idiota.
Jackas 3D es una escupida de la industria en el ojo de la buena voluntad del que agenda un horario, se baña, se viste, sale de su casa, viaja caminando o en algún medio de transporte, hace una fila, saca su entrada y se sienta en una butaca a presenciar lo que, se supone, es un largometraje con criterio cinematográfico. Ok, para el 28 de diciembre faltan todavía algunas semanas.
La película, por decirle de alguna manera generosa, es nada más que otro atraco de la saga de imbéciles que se golpean y masoquean de distintas maneras, como si se tratara de víctimas voluntarias de Jigsaw o de lobotomizados a conciencia, o de presos de Guantánamo sometidos a algún tipo de vejación acordada. Eso nomás, en bolas y a los gritos, como el infradotado que sale a la calle a gritarle al cielo, pero con la diferencia de que acá tiene contrato y regalías.