¿Qué hacen los críticos de cine?
Qué sé yo qué hacen los críticos de cine. ¿Qué hago yo? Bueno, depende. En esta última semana vi muchas películas (vaya novedad), y varios fragmentos. ¿Llegaremos a alguna conclusión? No sabemos, pero al final se comenta brevemente uno de los estrenos de la semana, que es una gran película.
El miércoles de la semana pasada partí para Tucumán para participar como jurado de la competencia digital de Tucumán Cine, un festival de cine argentino. Que exista un festival de cine argentino que tiene una competencia en 35mm y otra en digital, cada una con cerca de veinte películas (y que esto no sea ni de lejos la totalidad de la producción anual), habla de un cine muy prolífico. Y que en ambas competencias haya más o menos un cincuenta por ciento de películas al menos interesantes, habla de un cine de alta calidad. Y que entre los premios y menciones de las digitales hayan estado Los labios, Hacerme feriante, El pasante, Familia tipo y TL-2 La felicidad es una leyenda urbana habla de un cine muy variado: ficción con impronta documental, documental de observación, ficción climática y minimalista, documental-diario en primera persona y ficción cinéfila desatada y múltiple. En Tucumán vi unas diez películas, algunas que no había visto, y algunas que revisé porque no las recordaba con precisión.
Volví de Tucumán, el lunes revisé un fragmento –el principio– de Drácula de Coppola que pasé en una clase. Cine voraz cine vampírico cine pasión. Este Drácula debería reestrenarse todos los años, para poder disfrutarlo en una pantalla gigante. Tiene sabor al cine de la infancia, a ese momento en que nos sorprendíamos con mayor facilidad. Lo grandioso de este Drácula es que logra sorprendernos en cada revisión, por más mundiales de fútbol que hayamos vivido. Más tarde, revisé otra película para pasar en otra clase. Otra película de Coppola: la muy subvalorada y muy olvidada Jardines de piedra, un relato elegíaco sobre militares que se encargan del ceremonial fúnebre de los soldados muertos en Vietnam. La película no transcurre en Vietnam sino en Washington, y puede verse, en la carrera del director, como la contracara reposada de Apocalipsis Now. En los créditos de Jardines de piedra puede leerse “dirigida por Francis Coppola”, sin el Ford. Si bien ese Ford de su nombre no es por John Ford, me gusta pensar que está ausente de los créditos porque, ante una película tan fordiana, no era necesario.
Antes y después de todo esto vi varias películas para el Bafici 2011, pero de esas no puedo dar detalles públicamente. Y el martes fui al cine, a ver Ágora, de Alejandro Amenábar. Algunos en El Amante y en otros medios habían dicho que “estaba bien”. Con esas referencias y la promesa de ver a Rachel Weisz, me metí a ver la película. Aguanté diez minutos. Sí, es injusto, pero no la aguantaba. No tengo el chip que me permita disfrutar de películas de la antigüedad en las que se habla demasiado de religión, en las que el inglés me suena tan artificial (los actores hablaban en inglés casi con culpa; si vamos a aceptar la convención, hablen en inglés con más ganas, incluso con acento, pero con ganas). Para ser simple y burdo, tengo un especial desinterés por las películas de gente con túnicas y sandalias. No me gustó nada La última tentación de Cristo de Scorsese, y La pasión es la única de las películas dirigidas por Mel Gibson que no me parece muy buena (aunque la prefiero frente a la de Scorsese). Así que me escapé de Ágora y fui a ver otra vez Red social. Confirmé que es una película extraordinaria, que nos pide una mirada y una escucha inestables, ágiles, seducidas y abandonadas, en la que los personajes son muchas cosas al mismo tiempo (inteligentes, arrogantes, tiernos, odiosos, y mucho más), y no siempre lo que uno espera (entre los “villanos” Winklevoos y su amigo Divya Narendra hay mayores lazos de amistad que del lado de los protagonistas). La identificación no es con los personajes, o por lo menos no está fija en uno de ellos o en un grupo de ellos, no todas las películas tienen esa estrategia. Esta es una película que avanza por tácticas de seducción parciales, en la que los diálogos se arman como set pieces de acción, y en la que el momento más lento aquél de suspenso más tradicional: el de la entrada de los policías a la fiesta. Confirmo: Red social es una de las películas fundamentales de estos tiempos.
Antes de ver Ágora, es decir, de no ver Ágora, vi el trailer de Un buen día, una película argentina, que lo pueden ver acá. Todavía no salgo de mi asombro. Y hay algo curioso, la película está dirigida por Nicolás del Boca, y así dicen los créditos. Pero en los créditos se lee también “una película de Anabella Del Boca y Enrique Torres”, lo que da a entender que esta es una película de la productora ejecutiva y del guionista. Mientras escribo esta columna, me entero de que murió Dino de Laurentiis, alguien que produjo películas de Mario Bava, Federico Fellini, Sidney Lumet, Ingmar Bergman, John Milius, Michael Mann, David Cronenberg y David Lynch, entre muchos otros. Qué amplio que es el mundo del cine.
Y hoy, jueves, veo algunos estrenos de la fecha. Aguanté veinte minutos de la comedia aguachenta Papá por accidente con mi ex amada Jennifer Aniston (ahora parte de la cara no se le mueve). Y me metí a ver Jackass 3D, una de esas películas que no son para todos los paladares pero que demuestran que, como decía Horacio Quiroga, el cine puede tratar todos los temas, incluso estos desafíos físicos, escatológicos, cómicos. Con un uso muy imaginativo del 3D (ver la maqueta y el disparo, por ejemplo), Jackass es una sucesión de viñetas cómicas, sí, pero algunas de ellas (como la del avión) deberían figurar en cualquier historia de la comicidad cinematográfica. Bah, no en cualquier historia, pero sí en las que sean desprejuiciadas, que sepan ver en esta película todo lo que hay en ella de la tradición de los grandes cómicos atletas (Buster Keaton, Jackie Chan), de los grandes transgresores (John Waters, algo de los hermanos Farrelly) y, por último, de amor por el cine y por su modo de ser realista. Cualquier musicalizador debería ver esta película. Y también aquellos que estén intrigados. Y, sobre todo, aquellos que quieran agregar años a su vida, o al menos hacer abdominales a carcajadas (yo, literalmente, lloré de risa). Como el Drácula de Coppola, otra película que nos sorprende a cada paso y que nos demuestra, otra vez, lo ancho y variado que puede ser el cine.