Si conoce el –hoy clásico– programa de MTV llamado “Jackass”, ya sabe de qué se trata: unos cuantos muchachones que hacen cosas al mismo tiempo idiotas y peligrosas. Ahora, en 3D. No hay trucos, no hay red, no hay más que tipos riéndose de sí mismos por comportarse como soberanos imbéciles, con plena consciencia de la inutilidad de lo que hacen -aunque tambien, y es bueno decirlo ante la exagerada calificación de "prohibido para menores de 18 años", de un modo bastante infantil. Bueno, no, inutilidad no: saben que nada es más gracioso –póngase una mano en el corazón– que alguien que se cae aparatosamente en la calle, que alguien que se ensucia los pantalones en el baño, que alguien que se ve ridículo. Y no hay nada más movilizante que la risa.
Lo que ellos hacen es casi un servicio público: deciden inmolarse para causar risas y lo logran, aunque también mezclada con la angustia del dolor (físico, no moral) que aparece en cada una de las secuencias, a cual más tremenda y –hay que decirlo porque así es– creativa. Lo que desmiente la idiotez declarada del término “jackass”.