Dos para la joda
Un abuelo descarado y jodón tiene en su nieto al mejor compinche. Juntos viajan a encontrarse con el padre del niño para que este se haga cargo de él mientras la madre cumple condena en la prisión. Esta comedia funciona solo a partir de la complicidad que se establece con el público, el que sabe que todo está preparado en función de captar incautos para las cámaras sorpresa que acaban como escenas dentro de la trama.
El humor hace base en lo escatológico y lo sexual -como es previsible-, y tiene su punto más alto en una escena de travestismo infantil. Knoxville realmente se luce en su composición, gracias sobre todo al excelente maquillaje que lleva. Pero, como sucede en estos casos, es el niño el que se lleva los aplausos. Desfachatado y natural, el pequeño ya tiene futuro asegurado en la barra guarra de Hollywood.
En resumen, el resultado es desparejo, sin llegar a explotar la comicidad propuesta el filme se queda en su aspecto más televisivo, y con el humor más burdo. Ese que solo disfrutan algunos no muy exigentes en la materia.