Una jodita para Knoxville
De la factoría MTV llega a la pantalla grande esta película que no es otra cosa que una serie de cámaras ocultas hilvanadas con un hilo argumental. Irving Zisman (personificado por Johnny Knoxville) tiene 86 años y un nieto de ocho, Billy (Jackson Nicholl), a quien debe trasladar a la otra punta de los Estados Unidos para entregárselo al padre motoquero. Con el cadáver de la esposa de Irving en el baúl, ambos inician un viaje que de aleccionador no tiene nada.
Jackass: El Abuelo sinverguenza impone un estilo desenfadado, directo y escatológico, el "sello Knoxville" a lo largo de cámaras ocultas ubicadas estratégicamente para mostrar las reacciones de incautos que no hacen otra cosa que llevarse las manos a la boca. De este modo, abuelo y nieto se topan a lo largo de su travesía con strippers masculinos (el mismo Irving no dudará en mostrar sus encantos colgantes), un concurso de belleza para niñas (una parodia a Pequeña Miss Sunshine) en el que el mismo Billy se convierte en su principal atracción y hasta con un grupo de motociclistas rebeldes.
Si bien la película ofrece algún que otro gag gracioso, tampoco se esmera por salir de su fórmula televisiva y mucho menos por ser discreta, mantieniéndose fiel a su característica principal: la grosería. La escena de la máquina de gaseosas de la que Irving queda literalmente "pegado" o la del bar contribuyen a la sorpresa y el espanto de quienes rodean a la dupla protagónica. Todo es irreverente (sexo y muerte) y no siempre resulta efectivo.