Un Jackass no tan Jackass.
La saga Jackass, ya sea en formato televisivo o cinematográfico, es algo peor que un placer culposo. Mirar Jackass es como mirar los restos de un accidente. Es morbo, un magnetismo incontrolable que supera la barrera de la propia resistencia moral y hace que mires aunque sepas que es una porquería. No se me ocurre otra explicación para la existencia de un programa protagonizado por una banda de imbéciles -que nadie se ofenda, esa es la traducción del título del programa- golpeándose los genitales con una maza, haciéndose mear por un zorrino en la caja de una furgoneta, introduciéndose objetos de diversos tamaños y formas en el cuerpo o tratando de matar de un infarto a un padre gordo a fuerza de bromas pesadas...