Un chiste envejecido
Espectáculos
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Un chiste envejecido
19.12.2013
Por Pablo Raimondi
“¿Cuál es el secreto de la comedia? El ritmo cómico”. Ese consejo, de abuelo a nieto, del octogenario Irving Zisman (caracterizado por Johnny Knoxville) a Billy (Jackson Nicoll) choca de frente con Jackass: El abuelo sinvergüenza.
Lo que debería haber quedado como un personaje más de la vieja serie de MTV, devenida en filmes (con resultados desiguales), pasó al grado de película unipersonal que agota, con sólo ver 20 minutos de rodaje, casi todos sus recursos humorísticos. A saber: flatulencias, escatología, genitales (o hablarle a su pene y decirle “somos libres” al enterarse que enviudó) o endulzarle el oído a cuanta mujer se le cruce y causar, por más que sea a propósito, un estado de vergüenza ajena que tiene un carácter más fantástico que comedístico.
Knoxville, co creador de los disfuncionales Jackass, parece que tiene cierta fijación por los clubes nocturnos y sus personajes o predecir lugares comunes de una comedia negra, como que un cadáver se caiga de su ataúd, en plena ceremonia religiosa, o, bien, una anciana muerta como protagonista de una road movie desde el interior de un baúl.
Si se puede rescatar algo de este filme es el papel del pequeño Jackson Nicoll, con rostro imperturbable ante las ridículas charlas que tiene con los adultos. Y una sangre fría total para afrontar situaciones ante los incrédulos ojos de sus eventuales (y dudosos) testigos de correrías junto a su abuelo.
En este filme, Jeff Tremaine (la otra pata de Jackass y director de las incursiones de los muchachotes en cine) se empecinó en arruinar las pocas buenas ideas con las que contó el filme, como el caso del concurso de belleza de niñas. Cuando Nicoll revea, años más adelante, esas imágenes, quizás se arrepienta de lo que hizo.
A pesar del humor infantil de sus dementes colegas, en este filme se extrañan las apariciones grupales y desafíos de todo tipo como ocurrió en la aceptable Jackass 3D donde la brutalidad tenía ingenio y ritmo, algo que escasea en esta cuarta parte. El tono comedia con ribetes pseudodramáticos (un padre alcohólico que no acepta a su hijo) no encaja en la esencia de Knoxville y cía. Olvidable.