Hay que entender que Jackass es, a su manera grotesca y desaforada, casi surreal, más una celebración de la libertad personal que de la idiotez, más allá de su título. Desde que esta banda comenzó a hacer sus pruebas y sus desafíos entre lo escatológico y lo suicida para divertir y divertirse. Aquí no hay más historia que la conjunción rítmica (el montaje lo es todo, no estamos ante un documental aunque tome herramientas de ese formato) de una serie de pruebas estúpidas, cámaras ocultas, bromas pesadas. Pero el asunto es que, detrás de todo este espectáculo explosivo de una (supuesta) estupidez, surge la camaradería, la amistad, la idea de reírse de sí mismos. Es difícil “comparar” esta versión con las tres películas anteriores o la serie, porque es lo mismo. Pero eso no quita que no sorprenda: lo que nos casua risa es la reacción humana, demasiado humana, de estos tipos al borde de la cordura.