No es común encontrar en el cine una muestra de alegría tan contagiosa como la que expresan esos adultos, muchos de los cuales ya andan por los 50, que todavía insisten en divertirse como adolescentes y festejarse a sí mismo después de desafiar a la naturaleza y a los límites de la resistencia del propio cuerpo. La troupe original de Jackass lleva más de 20 años, primero en MTV y luego en el cine, dispuesta a cumplir toda clase de desafíos insólitos, ridículos, inexplicables y sobre todo muy dolorosos para quienes lo ejecutan.
El riesgo para la integridad física puede ser muy alto. El propio Knoxville reconoció haber sufrido una hemorragia cerebral tras la embestida de un toro que lo llevó a dar una vuelta en el aire y caer pesadamente. Pero la única recompensa que recibe y acepta el grupo original que inventó este delirio (bromas pesadas, pruebas absurdas, retos escatológicos) es la ratificación de una camaradería a toda prueba. Cada festejo colectivo refuerza las ganas de ir por más y de no aflojar. Al fin y al cabo, como decía uno de los integrantes del equipo en la película original de 2002, el fracaso no existe.
Aprendimos hace mucho (con Buster Keaton, con Los Tres Chiflados, con Jackie Chan) que el efecto cómico de un golpe aplicado en el momento justo puede ser insuperable. Knoxville y sus amigos lo saben muy bien y lo vuelven a poner en práctica en esta renovada sucesión de episodios breves con algún invitado también dispuesto a recibir porrazos.
La película arranca con una delirante parodia de las películas de Godzilla en la que se recurre a la anatomía para sostener las miniaturas que ilustrarán la acción. Será la primera muestra del sistemático uso del aparato genital masculino como eje de algunas bromas. Sabemos desde el principio que ese recurso escandaliza y aleja a cualquiera que no esté dispuesto a aceptar semejante exposición de procacidad. Lo mismo ocurre con el muestrario habitual de groserías y vulgaridades que son marca de fábrica de Jackass.
En esa aceptación hay un señalamiento claro, veladamente cuestionador, de los alcances y los límites de lo que podríamos llamar “cultura chatarra”. También la máxima demostración posible de lo que entendemos como realismo cinematográfico, sin las imposturas y los disimulos de la tecnología digital. Hace tiempo que Jackass es mucho más que un experimento extremo. Detrás de todo lo que podría resultar incómodo y desagradable hay una exaltación del mejor compañerismo, de la alegría compartida en un tiempo de penurias, de la gracia genuina que se logra a través de la comedia física y de la libertad de sentir que todo es posible.