Mujeres al borde. Jackie acompaña la angustia de Jacqueline Bouvier (1929/1994) en los días posteriores al asesinato de su marido John F. Kennedy (1917/1963), presidente de Estados Unidos. A diferencia de lo que casi toda biopic provee, no hay flashbacks de la infancia, idealización de una historia de amor, una banda sonora efectista ni un director artístico engolosinado con vajillas y muebles de época. De hecho, es probable que algunos espectadores esperen ver a la actriz principal entregada a una performance melodramática, luciendo al mismo tiempo glamorosos trajes que acostumbraba usar la joven mujer de Kennedy: por el contrario, en el film dirigido por Pablo Larraín (1976, Santiago, Chile) se habla casi todo el tiempo en voz baja, los lujos propios de la vida de la Primera Dama se diluyen en un tono mortuorio (al que contribuye la música de Mica Levi) y el film todo termina expresando más el estado de ánimo de una mujer ante la pérdida de un ser querido que una historia de amor y poder en ambientes envidiables. “Debí casarme con un hombre feo, vulgar y perezoso” le dice en un momento Jackie (Natalie Portman) a un sacerdote (¡John Hurt!), pensamiento que se opone a tantas películas (sombras oscuras asoman por ahí) en las que un hombre apuesto y adinerado es presentado como ideal romántico.
Larraín integra planos fijos con otros cercanos, con la cámara en ligero movimiento acercándose a los rostros de los personajes hablando o discutiendo, y pausados travellings hacia adelante o hacia atrás. Si no resultan novedosas las secuencias resueltas con plano-contraplano de las conversaciones con el periodista (Billy Crudup), asoman acertadas las inserciones de fragmentos documentales que se camuflan con la recreación dramática, la cual tiene mucho de invención también. Narrativamente algo vacilante (tal vez una marca de fábrica del director de No y Neruda), la película no se priva en un momento de una cruda descripción de la muerte de Kennedy, aunque opta por no representarla en imágenes.
Es cierto que el recorrido de Jackie por el interior de la Casa Blanca podría recordar a las producciones fotográficas de revistas como Caras, pero el film toma distancia de la tentación de parecerse a una telenovela, desgranando reflexiones estimulantes sobre temas difíciles y centrándose en la congoja de su protagonista antes que acumular incidentes. La Jackie de Portman deambula por los ricos ambientes sin perder la elegancia pero casi trastabillante, como cargando con la soledad y la incertidumbre de los dolorosos momentos que debió vivir.