El biopic es un género que suele abarcar una porción importante en la vida de alguien célebre. El caso de Jackie es particular, porque sólo se enfoca en los días posteriores al asesinato de JFK, cuando la Primera Dama dejó de serlo y pasó de ser la mujer más joven de un presidente a ser la viuda más joven de un presidente. Teniendo en frente un personaje tan interesante e influyente para la época, la verdad es que hubiese sido acertado ahondar más en la vida de quien fuese también un icono de la moda. Sin embargo, es difícil juzgar desde afuera, pues quién puede asegurar qué pensaba Jacqueline para sus adentros cuando la tragedia ocurrió. La película comienza justamente con una entrevista personal que un periodista le hace a pedido de ella misma, que tiene la intención de dar su propia versión de los hechos, como para dejar bien parada a la familia Kennedy. En ese relato, vivenciamos todas las reacciones que tuvo alrededor del incidente, que se convierte en un duelo constante acompañado de una música que por momentos resulta hasta incómoda.
Vemos a esta refinada mujer cubierta con la sangre de su marido en su nuevo traje de Chanel, la vemos llorando desconsolada, fumando incontrolablemente, consolando a sus hijos, peleando, bebiendo alcohol… Sin embargo, nunca llegamos a conocerla. La labor de Natalie Portman es impecable e incluso es difícil imaginar a otra actriz haciendo el papel, pero el cine sigue en deuda con el público a la hora de entregar una verdadera historia interesante sobre Jackie. De todo esto, rescato que la visión sea la de un director chileno, porque si bien trata con respeto y seriedad la trama, el ser ajeno a esta maldición norteamericana le dio un poco más de libertad, aunque la adaptación es una obra del guionista Noah Oppenheim.
O sea, no tenemos el testimonio del reportero que se reunió con Miss Kennedy en su casa de Massachusetts, por lo que no podemos corroborar que las actitudes de Jackie hayan sido las que vemos en pantalla, eso está claro. El resto del film es un compendio de instantes que bien podrían figurar en cualquier recorte periodístico; desde el juramento del nuevo Jefe de Estado a bordo del avión presidencial y con el cajón de JFK a su lado, hasta los diversos funerales que hicieron en su honor. El costado humano de la First Lady no alcanza a conmover al espectador como para sentir esa soledad que invadió a una persona que más allá de lo superficial que pudiera mostrarse era un ser humano como cualquiera de nosotros, teniendo que lidiar con una pérdida durísima que la dejó a merced de la mirada del mundo entero.
Pablo Larraín optó por utilizar un tipo de cámara que ya no se usa hoy día pero que él conserva entre sus equipos de cineasta. Una muy buena decisión del director, ya que el aspecto estético de la película es diferente a todo lo que se ve, sacando provecho de las imágenes de archivo casi sin que podamos notar la diferencia. Los 95 minutos de Jackie están plagados de primeros planos en los que caminamos junto a la protagonista, y esa es casi la única herramienta que justifica que el título lleve su nombre. Pulgar arriba para el vestuario, que fue merecidamente nominado al Premio de la Academia y recrea con textura y delicadeza vestidos y trajes tan icónicos. ¿Mi recomendación? Para conocer más sobre la fragante biografía de Jacqueline Lee Bouvier, es mejor sentarse a leer una buena versión de su vida. Ahora, para seguir admirando el infinito talento de Natalie Portman, no estará mal echar un vistazo al film.