Los años en Camelot
El asesinato de John Fitzgerald Kennedy el 22 de noviembre de 1963 fue sin dudas uno de los momentos más icónicos de la historia política de los Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XX. En Jackie (2016), el director Pablo Larraín (Fuga, Tony Manero, El Club, Neruda) reconstruye el calvario suscitado en los días posteriores a su muerte desde la perspectiva de Jacqueline Kennedy, su esposa.
Con una deslumbrante Natalie Portman y una puesta visual y sonora que retrata con precisión el elitismo y el despilfarro de las clases altas, la película describe la imponente personalidad de una mujer que se desenvolvió entre el marketing, la telegenia y la popularidad de la vida pública, y los esfuerzos por resguardar la intimidad de su familia en la vida privada.
La narrativa del film se articula a partir de la entrevista que el periodista Theodore White (Billy Crudup), le realizó a Jackie una semana después del magnicidio. El contenido de esa charla es lo que le permite a Larraín ir y venir en el tiempo para relatar diferentes sucesos: la resonante redecoración de la Casa Blanca en 1962 por iniciativa de Jackie, la impactante reconstrucción paso a paso del asesinato de JFK, la relación con Bobby Kennedy (Peter Sarsgaard), las conversaciones con un cura quien le ayuda a procesar su trauma (John Hurt, en uno de sus últimas interpretaciones antes de su muerte), y la planificación del cortejo fúnebre presidencial que luego sería recordado durante décadas.
Por momentos trágica, por momentos nostálgica y -también- un poco exagerada en su dramatismo, Jackie detenta pasajes de innegable calidad técnica y artística, aunque a su vez presenta cierta indefinición en cuanto a lo que tiene para decir sobre este particular personaje histórico. A la versátil interpretación de Portman se suma un excelente reparto integrado por Peter Sarsgaard, John Hurt, Greta Gerwig (la fiel asistente de Jackie) y Billy Crudup. Por su parte, la fotografía de Stephanie Fontaine y la música de Mica Levi ayudan a representar de forma excelsa la pomposidad y el lujo de las fiestas, cenas y conciertos que organizaba con asiduidad la familia presidencial en la Casa Blanca.
Quizás ese tono nostálgico con el que la película recuerda la turbulenta presidencia de JFK es su mayor mérito, pues se corresponde con cierta imagen impoluta que aún persiste en la memoria colectiva de los norteamericanos en relación a su administración. Una imagen que asocia a los Kennedy con una suerte de época dorada que, como bien dice Jackie, remite a los años felices del reino de Camelot.