Correcta, emotiva, elegante y profunda. Jackie es una muy buena biopic que retrata la faceta desconocida y atrapante de un personaje histórico en su hora más oscura.
El asesinato del presidente de los Estados Unidos John F. Kennedy fue uno de los eventos más importantes de la historia del país del norte. No sólo por lo que implica el magnicidio del líder de una potencia mundial, ni por la enorme cantidad de teorías conspirativas que desató y hasta el día de hoy sigue despertando, sino por lo que Kennedy representó.
Pese a que su gobierno duró apenas dos años, estuvo signado por importantes momentos para la política norteamericana y mundial: la consolidación del movimiento por los derechos civiles de la minoría afroamericana, la invasión en la Bahía de Cochinos, la Carrera Espacial, la crisis de los misiles de Cuba, el inicio de la Guerra de Vietnam y la construcción del Muro de Berlín. Su imagen podría haber desaparecido en las páginas más intrascendentes de la vasta historia norteamericana, sin embargo hasta el día de hoy se recuerda al mandatario y eso se debe a quienes dejó atrás después de su muerte. Los que construyeron su legado.
La biopic de Jacqueline Kennedy no cuenta la historia completa de su vida, solo se centra en su capítulo más trágico e importante. Desde el asesinato de su esposo hasta su funeral en el Capitolio y el entierro en el cementerio de Arlington. Cuando uno evoca la imagen de Jackie, lo primero que viene a la mente es gracia, moda, belleza, estilo, arte, glamour, cultura y elitismo. La película logra capturar toda la esencia del personaje real, pero en un relato triste y melancólico signado por el dolor. La historia transcurre en el marco de una entrevista entre Jackie (Natalie Portman) y un periodista sin nombre (Billy Crudup), que intenta obtener la exclusiva de su carrera al retratar el dolor de la viuda del presidente.
El principal recurso para presentar los eventos es el flashback: se ven los instantes previos y siguientes a la muerte del presidente, el duelo de Jackie durante sus últimos días viviendo en la Casa Blanca, el debate sobre qué hacer con el funeral y entierro de Kennedy, las charlas de Jackie con el sacerdote que conducirá el cotejo fúnebre (John Hurt), los días de gloria del matrimonio Kennedy entre bailes y conciertos y el tour especial de Jackie por la Casa Blanca que se trasmitió por televisión para todo el país.
Natalie Portman se carga la película al hombro y brinda una muy emotiva interpretación en la piel de una mujer que tiene que sacar fuerzas de donde no las hay a la vez que intenta forjar el legado de su esposo, consolar a sus hijos y lidiar con los insensibles tiempos políticos de Washington (chocante la imagen de Jackie presenciando la jura del vicepresidente aún manchada con la sangre tibia de su marido). Lamentablemente cuando abre la boca se la nota demasiado forzada en su intento de sonar como Jackie, casi rozando la parodia.
El resto del elenco acompaña muy bien, especialmente Peter Sarsgaard en el rol de Bobby Kennedy. El film hace gala de un diseño de producción y vestuario muy elegante y cuidado con gran atención al detalle, que se destaca especialmente en las escenas de fiesta en los salones de la Casa Blanca. La recreación del material documental real está correctamente lograda al igual que el guión, que por estar acotado a un capítulo específico y no la historia completa de una vida, puede darse el lujo de explorar momentos y temas con mayor profundidad.
La calidad de la fotografía es excelente, elegante y muy estilizada. Una muy correcta labor de Pablo Larraín (Neruda, 2016) en la dirección y trabajo de cámara, que se anima a retratar la muerte del presidente con la crudeza necesaria para ser realista sin caer en el mal gusto. El tratamiento sonoro también funciona como relojito, con sonidos de cuerdas que acentúan las escenas dramáticas o de conflicto sin distraer, sumando al clima emotivo del film.