La biopic actual más que intentar abarcar toda la vida de un personaje relevante, toma un capitulo especifico de la misma y la usa como oportunidad para ilustrar (dramáticamente hablando) su carácter. Si bien Jackie se inscribe por meras cuestiones estructurales dentro de este grupo, el debut de Pablo Larraín en el cine anglo-parlante se muestra determinado desde su primer encuadre en retratar la importancia de dejar un legado. Que se trate de los Kennedys, es una excusa, una puerta de entrada a algo mucho más complejo y universal.
¿Usted sabe quién fue…?
Con las repercusiones del asesinato de JFK como telón de fondo, un periodista visita la residencia Kennedy en Hyannis Port, Massachusetts para conducir una entrevista a Jackie Kennedy. En la misma, la ex-primera dama hace el racconto de la enorme odisea que significó organizar el funeral de su esposo; un evento que prueba ser menos una despedida y más la piedra fundacional de un legado, que de no haber intervenido ella hubiera pasado al olvido.
La película tiene un guion adecuadamente estructurado, pero que tiene el tema de la memoria y el legado delante de todo. Te recuerda el hecho de que Kennedy estuvo sólo dos años como presidente, y su legado corría riesgo de caer en el olvido; no tanto por una conspiración de sus sucesores, sino por una actitud en clave política de “el show debe continuar”. La película ilustra, aunque sea dramáticamente, como al preservar el legado de su marido, Jackie, sin saberlo, creó el suyo propio. Aunque, claro está, el guion tampoco la pinta como una santa; no son pocas las escenas donde le pide al periodista que omita detalles.
Estamos también ante la primera película que muestra en sangriento detalle cómo fue la muerte de JFK. En la reproducción de dicho asesinato es donde se ve que Pablo Larraín fue la mejor opción para dirigir; si bien estaba en el guion desde el vamos, un director norteamericano hubiera sido más pacato y se hubiera inclinado por un “intento de sutileza”, sin embargo aquí, dicha escena, y el modo en el que es retratada, adquiere una resonancia necesaria para el conflicto de la película.
Es necesario aclarar lo que esta película es y lo que no es. El que espere ver una película de tinte conspirativo se va a desilusionar; tanto el marco narrativo como el racconto de los hechos transcurren en 1963, cuando el asesinato todavía estaba fresco en la memoria, y faltarían 6 años más para el juicio público que pondría en evidencia esa conspiración. Así que la pregunta de ¿Oswald actuó solo? esta película no se las va a contestar, porque ni siquiera plantea la pregunta. También es necesario aclarar que esta película no es un racconto de la vida de Jacqueline Kennedy, sino de un capitulo especifico y crucial de su vida, asi el que espere una escena por mínima que sea, que muestre su vida con el magnate Aristóteles Onassis también se va a desilusionar.
Natalie Portman hace gala de una expresividad enorme a la hora de dar vida a esta ex-primera dama; los momentos privados los borda con una enorme sensibilidad. No obstante, esta lograda composición se da contra un muro cuando empieza a hablar; el intento de la actriz de hablar como Jackie Kennedy, reproduciendo el acento de Boston, es tan forzado que responde más a una imitación que a una interpretación. Por otro lado, Peter Sarsgaard, sin hacer ningún intento de reproducir ese acento, es un Bobby Kennedy creíble, pero por sus acciones y por la emoción que entrega con las líneas que el guion pone en su boca.
Una hábil fotografía se concentra en los rostros de los personajes, apoyada por un montaje que solo corta cuando es necesario, pero que no por ello afecta al ritmo general de la película. El diseño de producción es uno prolijo, modesto y grandilocuente sólo cuando la escena lo exige; el único decorado que parece gritar “acá pusimos mucha plata” es el de la Casa Blanca. Un grito justificado; si bien no me sumergió del todo, me hizo creer en lo justo y necesario que estaba en la residencia del presidente norteamericano.
Siento la necesidad de dedicar un párrafo aparte a la partitura musical de Mica Levi, mayoritariamente de instrumentos de cuerda, que subraya las emociones de la protagonista sin llegar a la exageración o el cliché en el que puede caer dicha instrumentación si no se la vigila. Un trabajo tan sutil como lo es intenso.
Conclusión:
Jackie es un biopic correcto desde lo dramático, pero que tiene a su temática como principal prioridad. A pesar de una labor por momentos forzada de su protagonista, la película consigue los objetivos que se propone, y nos permite apreciar (incluso siendo una dramatización) lo cerca que estuvo este importante capítulo de la historia de ser una nota al pie de la misma.