A nadie le interesó El Legado Bourne. El problema era Jeremy Renner, que a mi juicio es algo desabrido para un protagónico pero anda genial en los secundarios, prueba demostrada por las sagas de Los Vengadores y Misión: Imposible. El Legado Bourne no tenía a Damon, y ello la hería de muerte. Ahora con Paul Greengrass y Damon de regreso (gracias a una ponchada de millones puesta sobre la mesa como para abrirles el apetito), Jason Bourne marca lo que podría ser el inicio de una nueva trilogía. El problema con el filme es que la trama es mínima, la acción es repetitiva, y hasta el mismo Jason Bourne parece viejo y descuidado. Se expone a las ventanas (donde un francotirador podría rematarle), ya no es tan efectivo salvando vidas, e incluso parece haberse olvidado de que la CIA tiene equipos de asalto que llegan a cualquier parte del mundo en menos de cinco minutos. Si no fuera por la ayuda que le da Alicia Vikander, a Matt Damon lo harían fiambre antes de la mitad de la película.
La trama es pequeña y tampoco entusiasma demasiado. Al padre de Jason Bourne / David Webb lo mataron en un atentado producido por la CIA para callar los secretos que estaba a punto de revelar. Que ahora Bourne vaya en plan de venganza familiar en vez de sobrevivencia o revancha parece una perogrullada, amén de que estira artificialmente la necesidad de que el personaje entre en acción. Para colmo las secuencias de acción son tres, una calcada de la otra: multitudes de gente (sean manifestaciones, corridas por falsas alarmas, convenciones), Bourne escondiéndose en la muchedumbre, el asesino disparándole (y siendo mucho mas efectivo que el protagonista), y secretos revelados a las corridas. Es como si hubieran escrito el argumento en una carilla, y el resto lo rellenaron con acrobacias y persecuciones. Ni siquiera cuando triunfa Bourne hay un sentimiento compartido de satisfacción; es todo cansino, rutinario, nada original.