Según cuentan Matt Damon, no quería hacer esta película. Por un lado, porque ya lo había hecho tres veces. ¿Qué más hay para contar? Por otro, existe este miedo al encasillamiento sufrido por los actores que se ponen en la piel de ciertos personajes (pregúntele a Daniel Radcliffe por ejemplo). Además, había que levantar el muerto que dejó la cuarta entrega con Jeremy Renner en el papel principal. Fuertes convicciones, lógicas si se quiere. Nosotros entendemos bien eso pero, ¿sabe qué pasa? Que el cheque ese tiene un montón de ceros a la derecha en ese recuadro rectangular ubicado arriba a la derecha. Ahí, justo donde se termina el bla, bla.
Dos ejes dramáticos han sostenido, y sostienen, el quinteto de producciones iniciado en 2002. El primero, es el factor de poder detentado impunemente por las instituciones de servicios de inteligencia de los Estados Unidos. En esta última la CIA es prácticamente el origen de todos los males. Ellos, que desde su búnker, siguen siendo una suerte de Gran Hermano personalizado para nuestro héroe, saben casi todos sus movimientos merced a cámaras, satélites etc. pero su costado más oscuro reside en la manipulación maniquea de la voluntad de las personas con determinadas características,a quienes se elimina la memoria para convertirlos en máquinas asesinas y despiadadas.
El segundo eje es, precisamente, el detonador de la empatía del espectador como consecuencia del primero. Desde el comienzo, hace como 14 años ya, el protagonista anda atribulado porque no se acuerda ni de su nombre. Nada,. Razón por la cual la platea entera se pone de su lado, y a medida que fueron sucediendo las secuelas nos enteramos de más y más secretos en la vida de Bourne. Estaba todo contado ya de manera tal que cuando entendemos que todavía quedan cosas de su pasado por conocer y verificar, “Jason Bourne”está lista para ocupar el quinto lugar en el derrotero de su trayectoria.
También volvieron varios personajes conocidos por todos, y se agradece el montaje inicial para hacer un resumen de lo visto hasta ahora (saltando por supuesto la cuarta parte). Ya estamos en tema. Ahora será cuestión de ver como hacen para mover la maquinaria.
También volvió Paul Greengrass a la dirección luego de “La supremacía de Bourne” y “Bourne: el ultimátum” (2007). Pero “Jason Bourne” arranca como “Rambo III” (Peter McDonald, 1988), ya no es el agente mortal de antaño, ahora se esconde del sistema siendo parte de un circuito de peleas callejeras. Es decir, vive de piñas ilegales pero en otro estrato social. Hay unos archivos en un pen drive que pone nerviosos a varios y los va a poner aún más si se dan a conocer públicamente. ¿A quién ponen para detener esta afrenta contra el sistema? A otro viejo conocido. El Asset (Vincent Cassel, siempre eficiente), quien también tiene algún muerto en el placard (en todo sentido), de modo que esta vez tendrá una incidencia mayor, y acaso es el personaje que más crece en éste estreno.
La persecución en moto, y toda la secuencia de acción en Las Vegas, quita el aliento por el vértigo y la precisión logrados por el director y su equipo técnico. Hasta las astillas parecen escucharse. Claro, a los efectos de la narración sobra media hora que se balancea por la espectacularidad, ya sea en grandes despliegues de acción o en las peleas cuerpo a cuerpo. En este aspecto, es marca registrada. La razón central por la cual este buen entretenimiento también será uno de los éxitos del año.