Como Pokémon Go
Matt Damon regresó a la saga sobre el agente amnésico al que la CIA quiere dar caza por toda Europa. Hay persecuciones en Atenas y Las Vegas para cortar el aliento.
La saga Bourne, es cierto, refrescó el thriller, y le adosó un costado no tanto político como de inmiscuirse en la privacidad a esta historia de espías que -absolutamente todos, los buenos y los malos- trabajan para el mismo ente.
A estas alturas que los altos mandos de la CIA busquen cazar a Bourne por Europa parece el juego de Pokeéon Go. Pero la saga continúa.
Porque Bourne no es un renegado. El despertó un buen día sin saber quién era y a lo largo de las tres películas anteriores -El legado, 2012, con Jeremy Renner es un spinoff y, digamos, no cuenta- el agente secreto amnésico fue reconstruyendo su pasado. Con flashbacks, persecuciones y a balazo y trompada limpia.
Claro que entre este filme y el último con Damon (El ultimátum, 2007) han pasado cosas, como la explosión de las redes sociales y… Wikileaks. Así que la era digital está en primer plano, además de esas enormes pantallas desde las que se vigila con cámaras a todo el mundo, en todo el mundo.
“Recordarlo todo no significa que lo sepas todo”, le dice Nicky Parsons (Julia Stiles), que viene ayudándolo desde la primera película de 2002.
Ahora parece que su padre tuvo que ver en el origen del Proyecto Tradstone al que Jason (llamado en verdad David Webb) se anotó voluntariamente y lo convirtió en una máquina asesina.
También, la película plantea, para quien no se entretenga en su balde de pochoclo, cómo la privacidad y la seguridad se ponen en jaque en estos días. Aunque en verdad, desde la primera Bourne el asunto está girando por esos argumentos, ya que desde el atentado del 11 de septiembre nada fue igual en la ficción de Hollywood. Bourne funciona también como un espejo de la situación, ya que se convierte (por decisión propia o de la CIA) en una amenaza a la seguridad nacional.
Es que Bourne sabe mucho, y el jefe de la CIA (Tommy Lee Jones, con esa cara de siempre estar oliendo caquita) y una subalterna (Alicia Vikander) van de nuevo a la caza del agente que se cargó 32 muertes trabajando para la Central de Inteligencia. Los cadáveres que vinieron después son incontables.
Hay, como siempre, acción trepidante, vueltas de tuercas, policías que siempre llegan tarde y un par de persecuciones, al comienzo en Atenas y al final en Las Vegas, que cortan el aliento.
Damon dijo que no regresaría a Bourne si el personaje no tenía un replanteo, un nuevo desafío, dependía del guión lo satisfacía y si Paul Greengrass no volvía a estar detrás de cámaras.
Bueno, dos de tres no está tan mal.