Con aires de filme clásico
Hay una historia, hay un mito y un contexto en Jauja, y también la posibilidad de interpretar libremente estos factores. La última película de Lisandro Alonso (La libertad, Fantasma, Liverpool, Los muertos) nace de una trágica anécdota personal con la que el director, acompañado en el guión por Fabián Casas, dispara preguntas universales e inevitables con respuestas abiertas y extraordinarias que poco importa cerrar. Y para ello cuenta con Viggo Mortensen, que aquí hace de un capitán danés llegado a la Patagonia con su bella hija Ingebord. ¿Será esto cierto?
Están aquí, en el siglo XIX, en tiempos de la Conquista del Desierto tal vez, porque eso es sólo un anclaje vago, rodeados de soldados libidinosos, sublimando la leyenda de Xauxa, uno de los tantos paraísos que la humanidad persigue desde el origen de los tiempos.
Pero el mundo es inhóspito a veces, y lo es más frente a la tragedia y el terror de la pérdida.
La hija del capitán puede amar este lugar, su padre no. Y ella huye con un soldado raso y petiso. Y él sale a buscarla.
Si la historia hasta aquí era paisaje y personajes implantados en esa inmensidad, ahora nace el relato, y el miedo a perder, una sensación que Mortensen transmite a flor de piel, como ya hemos visto en La carretera.
El Capitán Dinesen, llegó del siglo XIX, viste uniforme, habla su idioma, y un español atravesado. Son presencias implantadas la de él y su hija. Y el cuento es pura atmósfera, una película que se siente y entiende más allá de la lógica, y tiene lógica. “Un western existencial argentino-danés” ha definido Mortensen. Un viaje al paisaje, al sonido del desamparo y a un tiempo remoto que podría ser pasado, presente o futuro. Un padre que pierde a su hija en un “país de mierda”.
Es el primer filme del director Alonso con actores profesionales. Y todo aquí está profesionalmente justificado. La transportadora fotografía del finés Timo Salminen, fetiche de Aki Kurismaki, el sonido táctil de Catriel Vildosola, y un relato sugerente peloteado con Casas.
La búsqueda de sentido a lo que vemos es natural, pero importa menos la respuesta que la propia búsqueda. Hay juegos de nombres, de diálogos, de paisajes llevados a la pantalla en un viejo 4:3. Tiene aire de cine clásico Jauja. Y hay situaciones del más allá, sobrenaturales, pero otras siendo horizontes tangibles son igualmente enigmáticas. Como el famoso baile organizado por el Ministro de Guerra, al que todos quieren ir. Y preguntas nacidas de la desesperación de un padre buscando a su hija, o nacidas de un sueño tal vez.