Odisea del desierto
Lisandro Alonso es un cineasta muy prestigioso, su filmografía ha participado del Festival de Cannes y ha recorrido el mundo de los festivales logrando premios y elogios. Cuenta con el beneplácito de la crítica de esos festivales y de parte del público que concurre a ellos. Su cine es inusual, diferente a casi todo lo que se hace en Argentina, aunque la comparación con el resto del cine argentino es arbitraria, poco importa en qué lugar del mundo él haga su cine. Con todo el respeto que me despierta dicha originalidad y también atento a la admiración que le profesan colegas y festivales, hay que decir que Jauja es, por lejos, el peor film de la carrera de Lisandro Alonso. No es que se trata del menos logrado, sino que directamente la experiencia de verlo se vuelve apenas tolerable. La morosidad de su obra previa tenía encanto y sentido, en particular en La libertad, claramente su mejor película. La aparición de un posible género cinematográfico (un western patagónico), una historia fuerte y una estrella de cine, hacían pensar que Alonso iba a dar un gran paso en Jauja. La buena noticia es que se mantiene coherente y fiel a su cine contemplativo, la mala noticia es que todo es forzado, impostado, lejos del encanto mencionado.
Si de prejuicios se trata, tenía la ilusión de que la película fuera extraordinaria, llena de ideas, apasionante. Me equivoqué, claro está. A pesar de la fotogenia absoluta de Viggo Mortensen y su capacidad para adaptarse a casi cualquier película, y a pesar de momentos de embriagadora belleza, con el correr de los minutos se van destruyendo ambas cosas. No conforme con estos planos eternos y carentes de todo el interés que poseían los films anteriores del director, la película decide lanzarse a un clímax de una teatralidad absoluta. Se hunde en una escena tan bergmaniana como fallida, un cliché de pseudo cine arte, un retroceso de cincuenta años en la historia del mal cine moderno. Alonso no ha perdido el ojo para crear bellas imágenes aunque compararlo con algunos de los maestros de la historia del cine es un poco excesivo. El único cineasta que me viene a la memoria de forma justificable es Stanley Kubrick y no por buenos motivos. Parafraseando a Andrew Sarris cuando hablaba de 2001: Odisea del espacio, se podría decir que el final críptico de de Jauja califica como un “Instant Bergman”.
La libertad, Los muertos, Fantasma y Liverpool fueron películas marginales, casi sin exhibición, Jauja será el primer encuentro entre el cine del director y un público más masivo. No parece que Alonso esté interesado en ser popular, ni que serlo significa hacer un mejor cine. Pero Alonso no es Kiarostami, no es apasionante en cada plano, no es complejo y, finalmente, tampoco es comprensible. El aburrimiento es un elemento subjetivo, pero a decir verdad me cuesta creer que haya mérito real en una película tan pero tan aburrida. Sé que hay colegas a los cuales el aburrimiento no les parece algo negativo, sinceramente me resulta insólito que alguien piense eso. Sí, Jauja es diferente, pero con eso solo no alcanza.