¿Un musical metalero sobre la infancia de Juana de Arco? Sí, exactamente eso es lo que el director de “La humanidad” ofrece aquí, en una de las películas más libres, originales y por momentos trascendentes de los últimos tiempos.
Después de haber visto las últimas películas del realizador francés, al escuchar cuál era la idea central de su nuevo proyecto –un musical sobre la infancia de Juana de Arco con canciones pop, hip hop, tecno, rock industrial y heavy metal– uno podía esperar una comedia paródica y bastante absurda. Y si bien hay algunos momentos graciosos y divertidos a lo largo del filme, estos están más en relación a los personajes secundarios que a la protagonista, y son relativamente pocos. JEANNETTE es, sí, un musical sobre la mítica Juana de Arco, pero uno que, pese a las formas, se toma bastante en serio la problemática de la protagonista. Lo “blasfemo”, si cabe, del filme, está en la forma. Nunca en el contenido.
Con los textos sacados palabra por palabra –y en su mayoría transformados en canciones– del libro “El misterio de la caridad de Juana de Arco”, del poeta francés Charles Peguy, la película va contando cómo fue que la pequeña Jeanette fue convirtiéndose de una niña religiosa con conflictos de fe a la que salió al mundo a liberar a Francia de una invasión británica. Los textos hablan de su devoción, su confusión, y la pequeña actriz/cantante le habla a Dios –en muchas ocasiones acompañada por su amiga Hauviette– preguntándole cuál debería ser su rol en esas circunstancias. Pero, claro, lo hace cantando en vivo (la música no fue grabada sino interpretada en la filmación) con una musica compuesta por Igorrr que va derivando por momentos en hard rock, con la pequeña Jeannette sacudiendo su larga cabellera cual headbanger en un concierto de Deep Purple. Y si bien es cierto que el metal siempre tuvo una fuerte simpatía por los temas medievales (y que existen muchas bandas de metal cristiano), la imagen es por lo pronto bastante peculiar.
De todos modos, la propuesta pide ser tomada en serio, aún con las risas que algunas situaciones traen aparejadas, especialmente en escenas que incluyen coreografías o un coro de dos monjas mellizas que cantan y hacen pasitos de baile coordinados. Por momentos se tiene la sensación de estar viendo una de esas obras de teatro escolar bizarras como las que se producen en las películas de Wes Anderson. Y eso, en lugar de banalizar el filme, lo vuelve aún más potente. Confunde, sí, y algunos momentos no funcionan tan bien como otros, pero Dumont filma con una libertad creativa con la que pocos cineastas de hoy, tan calculadores y pendientes del mercado, lo pueden hacer.
La segunda parte del filme tiene a Jeannette algo más grande, más decidida a ir a luchar por Francia, acompañada por otro adolescente (su tío) que expresa sus propios sentimientos rapeando y moviéndose como una estrella cool de hip-hop. A diferencia de ambas actrices que encarnan a la futura Juana de Arco, que cantan bastante bien, el chico funciona más como “comic relief”. Y es muy efectivo en esa función. No muchos imaginarán que un musical metalero religioso que transcurre a principios del siglo XV pueda resultar por momentos trascendente y espiritual, pero a la manera de otros filmes de carácter religioso de autores como Rossellini, Buñuel y Pasolini, Dumont apuesta por romper los modelos de representación conocidos y, ayudado por los dioses de Pas-de-Calais, logra hacer milagros en nombre del Dios del Cine.