Cuando el monstruo se come a su creador
Victor Salva escribió y dirigió varias películas de terror. Su mayor éxito, Jeepers Creepers (2001), obtuvo rápidamente una continuación y, por esas cosas del destino, esperó catorce años para cerrar la trilogía. Así nos topamos este año con la esperada Jeepers Creepers: El regreso (Jeepers Creepers 3, 2017), un film más interesado en homenajear de manera grandilocuente a su faustosa creación que en dar algún susto a la platea.
En tiempos de espectacularidad y falta de ideas, es lógico que Salva recurra al montaje paralelo con disonancias temporales al estilo Christopher Nolan para darle el aire épico al regreso de su criatura. El problema radica en que dichos excesos visuales lejos de maximizar la historia, la expone en su falta de recursos económicos. Por ejemplo, el demonio que en la primera película se mostraba lo mínimo e indispensable, aquí no sólo se muestra en demasía sino que la cámara lenta se regodea de su grandilocuencia y, en vez de generar mayor terror, pone de manifiesto su artificio (entiéndase "se nota el tipo disfrazado de...") a plena luz del día.
La historia aparece a mitad de camino entre los sucesos posteriores a la primera película y los anteriores a la segunda. En una suerte de secuela y precuela al mismo tiempo –denominada intercuela- sobre este demonio que emerge cada 23 años para cazar humanos durante 23 días, tenemos a Gaylen Brandon (Meg Foster) una médium que guía a los veteranos sargentos Dan Tashtego (Stan Shaw ) y Davis Tubbs (Brandon Smith) con el fin de detener a la criatura. Por su parte la adolescente Addi Brandon (Gabrielle Haugh) ha sido capturada por The Creeper e intenta escapar de su antiguo camión mientras su enamorado trata de rescatarla; y a su vez, cuatro jóvenes motociclistas son también víctimas de la cacería perpetuada por el monstruo en el condado de Poho.
La película cuenta de manera fragmentada las tres líneas argumentales permitiéndose en algunos lapsos agregar una cuarta: un flashback para aclarar o reforzar alguna idea. La épica se apodera de la trama y le gana al terror, siendo la detención del Creeper un imposible desde el vamos y una anécdota más para una historia que se vuelve pretensiosa sin necesidad.
Si bien esta tercera parte funciona como reencuentro con el argumento original, pierde la línea de la franquicia, desplegando fuegos artificiales por doquier sin prestar verdadera atención a aquello que se cuenta y su verosimilitud. No hay clima ni misterio, sólo una concatenación de hechos fortuitos que invitan a una conclusión épica que tampoco llega.
Jeepers Creepers: El regreso se presenta como una oda homenaje a una pequeña e interesante película del 2001 que supo conectar con lo mejor de Duel (1972) de Steven Spielberg pero, lejos de rescatar sus virtudes, Victor Salva se dispuso a magnificar su adorada creación. El resultado decepciona a fanáticos de la saga en particular y amantes del cine de terror en general.