Voy a contarles algo. Cuando tenía 12 años, vi por primera vez Jeepers Creepers con un amigo de la infancia y tuvimos que sacar el DVD en el momento en que los hermanos Trish y Darry Jenner ven algo que no deberían al costado de la carretera, y alguien o algo los comienza a perseguir. Victor Salva había tocado una fibra muy sensible en mi yo adolescente y con pocos elementos hizo que me cubra de sudor frío de pies a cabeza. Dos años después llegó la secuela Jeepers Creepers 2, que hizo lo que hacen siempre las continuaciones: aumentar las presas de un par a todo un grupo de incautos y afilar un costado oscuramente divertido que la saga no sabía que tenía. En apenas una duología, el Creeper se convirtió en un personaje que se acercó al panteón de monstruos clásicos del horror, un primo cercano a otros imbatibles como Jason Voorhees o Freddy Kruger. Lo que nos lleva a preguntarnos: con un personaje querido dentro del género, ¿por qué se tardaron 14 años en volver a traerlo a la pantalla grande? La respuesta es triste, y el resultado final lo es aún más…
No es novedad alguna que Salva ha tenido problemas con la justicia, de los graves. Acusado y condenado por abuso infantil y otras malas yerbas, las puertas se le cerraron prácticamente frente a sus narices y la secuela tardó años en levantar vuelo. Con lo que resultó ser Jeepers Creepers 3, la criatura debió quedarse en tierra firme. Optando por el camino de la mediecuela -la trama ocurre la noche en que termina la primera entrega y engancha al final con los sucesos de la segunda-, la tercera venida de la criatura encuentra al condado de Poho en ciernes al ver cobrar vida aquello que siempre consideraron una leyenda urbana. El sheriff se ha topado con el monstruo hace 23 años -recuerden que cada 23 años de despierta para alimentarse- y vuelve a advertir a todos de la amenaza, mientras que una anciana que ha perdido a su hijo a manos del demonio alado recibe una visita fantasmagórica que le advierte que huya y se lleve consigo a su nieta. Durante los próximos 100 minutos, estos ejes serán los que muevan muy poco los engranajes de la historia, que se contenta en mover sus piezas de un lado a otro, con unas cuantas víctimas aquí y allá, pero nunca sorprendiendo o, lo que es peor, asustando.
Tanto el sheriff que interpreta Stan Shaw como la atribulada Gaylen Brandon de la siempre espeluznante Meg Foster sirven como protagonistas frente a una narración que les entrega espacio, pero no sustancia como para hacer algo al respecto. Y menos aún la pareja joven de Gabrielle Haugh y Chester Rushing, quienes no son competencia alguna para los hermanos Jenner que alguna vez interpretaron Gina Phillips y Justin Long con un miedo que se les notaba apenas hablaban. El elenco es muy poco vistoso y hasta deplorable por momentos, todos siguiendo la línea de comando del guionista y director Salva, que sigue ahondando en la mitología de su bestia pero que le otorga más entidad a ridículos vehículos que a personajes de carne y hueso. Jonathan Breck repite los atuendos del villano, pero por fuera de su imponente presencia y maquillaje no aporta nada que no haya hecho antes y mejor. Una mala elección de producción que perjudica es la gran cantidad de momentos en que el Creeper pasa a la luz del sol, dejándolo ver todo en detalle y perdiendo la mística pesadillezca del mismo.
Jeepers Creepers 3 pasó de ser una inquietante película de horror a una glorificada cinta de terror clase B que uno ve en la televisión un sábado a la noche, sin planes de salir de juerga. Nunca estuvo muy arriba en los escalones del panteón del género, pero tenía su nicho importante, que ahora se vislumbra como una sombra de lo que alguna vez fue. Puede que sus efectos especiales sean catastróficos, pero la idea que surge detrás de ellos es más deleznable aún. En su afán de expandirse, lo único que hizo Salva fue ganar tiempo para la siguiente continuación, que filmará si consigue alguna vez el dinero necesario. Es quizás el único motivo por el cual ver la película, ese momento al final que promete en poco más de un minuto lo que no logró en hora y media: una batalla sangrienta por venganza. El resto, alfalfa de relleno para el espantapájaros.