Una nueva secuela del monstruo rural volador acecha nuestras salas.
Después de catorce años, Victor Salva vuelve al ruedo con una nueva entrega de su criatura feroz, el Creeper alado que se alimenta con órganos de personas. Un ente malvado que despierta de su hibernación cada 23 años a cazar gente. Las motivaciones nunca estuvieron muy claras, tal vez lo hace porque encarna a la pura maldad.
Lo cierto es que en esta tercera parte, todos los damnificados por el Creeper se preparan para destruirlo cuando salga de su guarida. Aparecen personajes del pasado, que decidirán indagar sobre su origen para derrotarlo. Un poco más expuesto que en las entregas anteriores, veremos al monstruo rutero haciendo de las suyas con su vehículo compañero. Una camioneta repleta de trampas mortales, que utiliza para amontonar los cuerpos de sus víctimas.
Sin dudas nos encontramos ante el relato más fallido de la saga. Más allá de su bajo presupuesto (en la primera parte se festejaba el ingenio de Salva para utilizar los escasos recursos), a nivel argumental nunca termina de tomar forma. La narración es un caos, hay saltos temporales inconexos, y los asesinatos son totalmente anticlimáticos. La mayoría de la película transcurre de día y con un sol radiante, lo cual resta a la hora de crear la atmósfera.
Si bien es acertado el protagonismo del creepermóvil, todos parecen estar obsesionados por averiguar el origen de nuestro demonio. Y una mano con vida propia, funcionará como una especie de oráculo para descubrir la verdad. Quienes la han tocado entran en trance y develan el gran misterio. Un misterio que nunca le será revelado al espectador. Sugerencias e indefiniciones no hacen más marcar el ritmo descontrolado de una narración que ni siquiera encuentra su identidad en la clase B.
No encontramos ante una sucesión de personajes variopintos que entran y salen de escena con total impunidad, cuestión que debilita la historia y los momentos de tensión constante que sabía generar el monstruo con sobretodo. Lo cierto es que Jeepers Creepers 3: El Regreso, a través de un proceso degenerativo narrativo, fue perdiendo la mística, el misterio y también el sentido del humor.