Jeepers Creepers apareció en el 2001 con una taquilla abrumadora.
Su director, Víctor Salva, inventó
deliberadamente la premisa del monstruo que viene cada 23 años a alimentarse durante 23 días, para esquivar la secuelitis aguda que ataca a Hollywood (hasta el día de hoy). Nunca vio venir la astucia de los ejecutivos que le propusieron una secuela que transcurra en otro de los 23 días del frenesí del monstruo. La misma vio la luz en 2003 con el mismo éxito, por lo que una tercera parte era inevitable.
Su materialización iba a ser difícil y extensa: por un lado, United Artists, el estudio que financió las dos primeras entregas, entró en una de sus muchas bancarrotas, lanzando esta nueva secuela a las turbulentas aguas del financiamiento independiente; por otro lado, la cuestión del pasado delictivo del propio creador de la saga, puso a varias agencias de casting en estado de alerta.
No obstante, a 14 años de la segunda parte, llega finalmente Jeepers Creepers 3, y la pregunta que se cuece es si mantiene la frescura y dinamismo de sus predecesoras, o si la larga espera le jugó en contra y estamos recibiendo muy poco y muy tarde.
Hush, Hush, Hush. Here comes the Boogeyman:
Una unidad anti-creeper llega al poblado de Poho County para reclutar a uno de los oficiales que sobrevivió el ataque del Creeper. Mientras tanto una joven debe lidiar no solo con la creciente amenaza de dicha criatura, sino con su abuela, que detrás de su demencia puede estar el secreto que les permita vencer al monstruo.
Las comparaciones son odiosas, pero en este caso son necesarias para ilustrar los problemas narrativos que presenta la película. En las dos entregas anteriores, si bien tenían un poquito de su mitología particular esparcida aquí y allá, el corazón radicaba en una historia simple y directa de “corré que te come el bicho” cosa que no se manifiesta en Jeepers Creepers 3.
Esta tercera parte cuenta con un guion que parece más interesado en establecer la mitología del Creeper y el trauma arraigado en sus protagonistas, que en ilustrar su amenaza. Las escenas de muerte, aunque bien pensadas, no son lo que se dice bien ejecutadas. Tratan de transmitir una tensión que no está, la cual no se produce porque el guión falla en conseguir que nos interesemos por los personajes: estos, nuevamente, están bien ideados en su desarrollo pero la ejecución de su arco no produce otra cosa más que indiferencia.
No es para nada una buena señal que tus protagonistas vivan reiterando exageradamente detalles de su pasado que no suman nada al avance narrativo, y que luzca más amenazante la camioneta del antagonista que el antagonista en sí mismo.
En materia actoral, el desempeño del reparto, casi como un todo, es un 50/50: la mitad decente y la otra mitad sobreactuado. El “casi” lo digo porque si hay una actuación que destaca al menos lo suficiente, es la de Jonathan Breck como el Creeper. Su presencia y expresividad nos dicen todo de su hambre y lo que es capaz de hacer para saciarla. Ser el único personaje sin diálogos le beneficia y mucho.
En materia técnica también hablamos de un 50/50. Oscila entre lo decente y unos planos en exteriores demasiado oscuros para su bien, sumado a un CGI que llama la atención por su pereza.
Conclusión:
Reiteraciones, exageraciones, mal timing, y un interés desmedido en priorizar la existencia de una mitología que no contribuye en nada al avance narrativo, son los puntos que le impiden a Jeepers Creepers 3 llegar a buen puerto. Uno no puede evitar sentir que perdió la magia y la eficiencia de sus predecesoras.