Hay historias que mejor dejarlas como son, o como eran cuando se estrenaron. Esta nueva Jeepers Creepers no tiene nada de nuevo. Aunque pensándolo mejor, sí, algo sí: el enojo que va a despertar en los fanáticos de la Criatura, porque el filme que se estrena hoy no parte como un homenaje y parece más una oportunidad para seguir exprimiendo al Creeper del título.
Esta es la cuarta película sobre él, un monstruo solitario que, cada 23 años, religiosamente, reaparece, y durante 23 días realiza una masacre. Mito urbano o leyenda, hacia el festival Horror Hound en Luisiana van el fanático Chase y su novia Laine en su auto. Ella no está convencida, pero bueno, el amor es así, y uno por amor hace cosas que tal vez nunca hubiera imaginado.
Paran en la ruta para orientarse. Entran a una casa de vudú (!) donde una señora les vende un mapa por 50 dólares para llegar a su destino final. Allí ya Laine presiente algo. Bah, lo vemos en imágenes: tiene premoniciones no precisamente agradables.
Laine ya frenó el auto en el camino para bajarse a vomitar. Sí, parece que estaría embarazada.
Y si la película en el original se titula Reborn (Renacido), bueno, no hay que ser muy suspicaz para entender por dónde va a venir el asunto.
El que no es perspicaz ni sutil ni ingenioso es el director Timo Vuorensola, del que no me atrevo a decir nada más en su contra porque mide 1,98 m.
Por qué es mala
La película, digámoslo, es mala porque los baches que tiene son infranqueables. Hay escenas que se alargan sin sentido, ni siquiera porque se espera que el suspenso se imponga. Algunas muertes mueven más a la sonrisa que al asombro, los efectos son chatos, la historia no se sostiene Las actuaciones son básicas.
Sydney Craven, que no tiene ningún parentesco con Wes Craven, el director de Pesadilla en lo profundo de la noche, en un momento debe gritar de dolor, pero por su aullido parece que vio una rata o algún capítulo del guion.
Y aparece al comienzo Dee Wallace, sí, la actriz que rea la mamá de Elliott en E.T. El extraterrestre. Digo, para que si van al cine codeen a su acompañante y le tiren el dato de color.
No esperen escenas poscréditos, y si el final augura una secuela, la ha ido tan mal a Jeepers Creepers: La reencarnación del demonio, con los fans y con el público en general, que ni se acercó a verla en los cines, que probablemente quede en la nada. O no.