Los buenos muchachos de la música.
Si tuviera que destacar la máxima virtud de Clint Eastwood, resaltaría su compromiso para contar una historia, cualquiera fuera el argumento y el estilo narrativo. El cowboy octogenario, como director, no tiene en su extenso repertorio cinematográfico dos películas que siquiera se parezcan, y eso lo convierte, sin lugar a dudas, en uno de los más grandes y versátiles
directores de la historia del cine.
Jersey boys es una prueba más de la versatilidad de Eastwood, quien suele adaptar su estilo cinematográfico a la historia de turno. En este caso, el director decidió narrar la trama de un modo muy reminiscente a Goodfellas, aquella obra maestra del cine-mafia que supo componer Scorsese en 1990. El resultado es muy bueno, a pesar de que no a todos les haya convencido. La película posee un gran ritmo y a pesar de avanzar a paso acelerado, logra un buen balance entre lo visual y lo narrativo. Me da la impresión que Eastwood no quiso un corte de 3 horas, y por lo tanto terminó encauzando parte de lo sustancial de la trama en algunos diálogos breves, pero interesantes. Quizás media hora más de cinta hubiera consolidado el argumento, haciendo de la propuesta un éxito contundente e indiscutido, pero de cualquier manera, así como está, vale pena.
Jersey boys es una muy buena película, entretenida y cinematográficamente impecable en todos los aspectos técnicos, pero no es un musical, como muchos esperaban. Es, diría yo, un drama de la vida real narrado al estilo y ritmo de Martin Scorsese. Tampoco es una película magistral, pero quienes no estén esperando un musical seguramente no quedarán defraudados.