Mucha ansiedad, como siempre, frente a un nuevo filme de Clint Eastwood, y más aún por tratarse de la adaptación en fílmico de uno de los musicales más exitosos de Broadway, “Jersey Boys” (USA, 2014). La expectativa estaba puesta en qué podía quedar de la historia del grupo Four Seasons en las manos del longevo y prolífico director.
Y la respuesta fue la creación de un híbrido, que termina reiterando muchos de los clichés expuestos en filmes que también narran el surgimiento/auge/caída de grupos musicales (como “Dreamgirls”, “Eso que tu haces” ó hasta “8 Mile”) y sin tratar de disimularlo.
En tiempos en los que la nostalgia está a la hora del día en Hollywood, desde los títulos iniciales, la música atrapa en “Jersey Boys”, ubicando al espectador a lo que supuestamente va a asistir, a un evento musical. Pero luego el director decide cambiar el rumbo ¿qué pasó? ¿Es que Clint Eastwood no quiso animarse a trasponer la historia que la obra presentaba y decidió generar un nuevo tipo de discurso? ¿Por qué decidió quedarse sólo con la narración de los protagonistas y no los números musicales?
¿Es que en “Jersey Boys” el director genera con sus constantes miradas a cámaras de los narradores y la utilización de paneos, travellings y también planos aéreos supinos una nueva manera de narrar? Nada de eso. Esas decisiones responden más que nada a un estilo que viene buscando en varios de sus filmes, y que, en este caso, responden más al verosímil de género que a alguna innovación para la propuesta.
Los que no estén al tanto de la historia “Jersey Boys” cuenta el derrotero y la epopeya por la que el pequeño cantante, con voz bien particular, Frank Valli (John Lloyd Young) atravesó junto al grupo que finalmente tendría el nombre de “Four Seasons”, Bob Gaudio (Erich Bergen), Nick Massi (Michael Lomenda) y el líder negativo Tommy Devito (Vincent Plazza), hasta llegar al estrellato.
De la ciudad de Nueva Jersey al mundo, y como toda película basada en hechos reales (más allá de algunas licencias) se intentará reforzar la historia a través de la utilización no sólo de imágenes de archivo (como la de la presentación en el programa de Ed Sullivan) sino por la cuidada reconstrucción de época.
Valli (Young) verá como su suerte irá cambiando a medida que la fama llegue a su vida. Un inicio muy humilde rozando la delincuencia y una madurez con perdidas reforzarán los momentos en los que tendrá todo de su lado (esposa, hijos, casa, dinero), y otros en los que la misma diosa de la fortuna le quitará lo que mas preciaba (y de los que siempre resurgirá cual ave fénix).
En este cuento de hadas, y de seres que logran alcanzar sus metas, Valli no estará solo, ya que un viejo “padrino”, al que en una oportunidad le llegó profundamente con la canción preferida de su madre, interpretado por Christopher Walken (quizás el único actor a la altura de la apuesta), le dará el aire necesario en aquellos momentos en los que la soga apriete, o en los que los egos de los miembros del grupo choquen y perjudiquen negativamente al grupo.
Hay algunas escenas en las que el cantante realiza su performance y que gracias a un particular tratamiento de la imagen evocan a filmes de consumo popular protagonizado por estrellas como Elvis, y por estas latitudes, por músicos populares como Sandro y Palito Ortega.
Más allá de todo, a “Jersey Boys” le sobran muchos minutos de su metraje, MUCHOS, y también le faltan números musicales, propios de la obra que adapta, de la que se quedó con la posibilidad que un narrador omnisciente sepa todo y vaya y venga en la línea temporal para profundizar en algunos temas.
Para los amantes de los biopics musicales, que no esperan más que un momento agradable recordando algunos clásicos como “Sherry”, “Big Girls Don’t Cry” y “Can’t Take My Eyes Off You”, Eastwood construye una película que recupera algo de nostalgia de tiempos mejores y nada más que eso.