Sensatez y sentimiento
Vuelve a estrenarse una película del gran Clint Eastwood, eso siempre es una buena noticia. En ese caso, y luego de que se cayera su proyecto de hacer la remake de Nace una Estrella con Beyonce, sigue la línea musical: la adaptación de la obra de Broadway, Jersey Boys. Parece que el viejo Clint quería un musical cueste lo que cueste.
Jersey Boys: Persiguiendo la Música, cuenta la historia de la banda The Four Seasons, y su lead singer Frankie Valli. La narración arranca muy al estilo Buenos Muchachos de Scorsese, Tommy, guitarrista, mafioso de poca monta y anarquía pura, es el que comienza el relato sobre la historia de este cuarteto. Ese comienzo de ítalo-americanos, que tienen al Papa y Sinatra como estampitas, tiene al crimen (no mostrado de manera violenta o brutal) los contactos con el mafioso Gyp DeCarlo (Christopher Walken), y la música aún sin identidad como centro de escena. El estilo de la narración se acerca a la típica biopic, como la de Johnny Cash o Ray Charles, y como en aquellas, los recortes de situaciones dejan aislada nuestra comprensión real de los acontecimientos. ¿Quizás esa fue la intención de Clint? ¿Por eso fragmenta el relato a través de sus cuatro protagonistas cuando hablan a cámara? Parece decirnos que la historia es la suma de visiones únicas, y que la verdad absoluta es imposible de sujetar. Los actores intérpretes de los Four Seasons (Frankie, Tommy, Nick y Bob Gaudio) cumplen, especialmente en el ámbito musical, no brillan por su versatilidad expresiva, pero uno sabe que a Eastwood le gustan los actores sobrios (olvidémonos de Sean Penn). Puede que por eso se los note menos convincentes en los momentos dramáticos. Por otro lado está ese monstruo llamado Christopher Walken. Un actor que hace todo bien, y que con un par de gestos, una sonrisa, y un pasito de baile, justifica todo. Y lo hace. Su inmensidad es ajustada por Eastwood para conformar un mafioso que entiende, como viejo sabio, que se ganó el respeto que se le profesa, y no necesita ser una amenaza, capo total.
Para Frankie la familia es todo, y en Jersey, los amigos son también familia. Su ética, su amistad con Tommy, lo va a llevar a hundirse en problemas que siente suyos porque la sangre es más fuerte. Frankie sabe que de Jersey salís muerto o famoso. Y Tommy fue el que le dio lugar fuera de la peluquería del barrio de inmigrantes italianos donde se hacía de un mango. Eso no se olvida. De sangre y de códigos entiende Eastwood. Por eso el centro de la historia es de esa relación entre Tommy, el autoproclamado creador de The Four Seasons, y Frankie. Tommy es un buscavidas hambriento. Para él nunca nada va a ser suficiente. Su despilfarro, su desmesura, lo conforma en un ser a flor de piel pero autodestructivo. Por él nace la banda y por él implosiona. Y como regalo de despedida, va a obligar a Frankie a transformarse en un hombre. Justo en el mismo momento en que la vida (a través del dolor), lo obliga convertirse en padre.
A Clint Eastwood se lo nota menos eficaz en Jersey Boys: Persiguiendo la Música que en sus mejores obras.
Eastwood siente amor por el cine, algo que también profesa por la música. En Jersey Boys: Persiguiendo la Música se lo nota menos eficaz en algunas circunstancias en comparación con sus mejores obras. Quizás se pone en juego demasiado su serenidad narrativa, donde por momentos se decanta por cierta obviedad y falta de crudeza. Pero aún así, se trasluce su profunda pasión, principalmente en los pasajes musicales. La primera reunión de la banda, cuando se integra Bob Gaudio (compositor de la banda), es mágica. Se logra transmitir la magnitud de un hecho trascendental. Otro momento, quizás el más bello de toda la película, es cuando Frankie tiene su regreso musical luego de un triste acontecimiento en su vida. La interpretación de la canción “Can´t Take My Eyes Off You”, es de una carga emotiva fulminante, merito de Eastwood y de John Lloyd Young como Frankie Valli. Para los títulos del final, el viejo zorro se guarda un momento de musical clásico. El desfile de todos los actores por la calle, bailando y cantando “Sherry” y “December, 1963 (Oh What a Night)” se nos queda clavado en la cabeza como una extensión de la vitalidad que demuestra el gran Clint Eastwood, tan clásico y sincero como siempre.