Santiago Giralt es un autor. La literatura lo ha forjado y tal vez esa sea una de las claves para comprender Jess y James, película que ha rodado en solitario y que finalmente llega a los cines argentinos tras pasar, timidamente, en BAFICI. Los Jess y James del título son dos jóvenes que se aman, o que intenta, mientras uno bucea en su sexualidad sin trabas, el otro aún tímidamente se anima a salir del clóset.
Cuando un día, cansados de las rutinas y de las obligaciones, deciden realizar un viaje hacia ningún lugar, se dan cuenta no sólo de su complementariedad, sino, principalmente, del disfrutar del errabundeo. Giralt los acompaña con su cámara, los seduce, y se deja seducir, suma a un tercero, lo deja escapar, para volver a reposar su mirada en la pareja.
El viaje se completa con una banda sonora que genera continuidad entre algunas imágenes y los objetos. Tal vez en ese arranque de sexo desenfrenado, cerca del tren, se pueda explicar mejor que nadie una película que posee momentos bellísimos y que aún pese a algunas carencias se posiciona como una propuesta diferente y fresca en la cartelera.