Los videoclubes de los ‘80 y los extintos cassettes VHS son sinónimo para mí de películas de terror. Ví también en ese soporte las Indiana Jones, las Terminator y las Volver al futuro, pero cuando tenía 9, 10, 11 años y los sábados a la mañana iba con mis viejos al videoclub Estilo de Mendoza y Ávalos, me dirigía a la sección de terror y me quedaba un rato largo ensuciándome los dedos con las cajitas de cartón repletas de zombies, vampiros, asesinos seriales y -voy a confesarlo- chicas con poca ropa. Fui fan del terror y creo que es lo que más extraño de mi infancia.
Con el tiempo, el género fue cayendo en la autoconsciencia y la parodia a la vez que yo fui cayendo en la cinefilia. La combinación de ambas cosas nos fue distanciando. Hoy el terror sigue dando dividendos, las distribuidoras locales estrenan pequeñas peliculitas del montón que sin actores conocidos ni directores de renombre pueden vender bastantes entradas entre los adolescentes comepochoclos. Pero más allá de algún que otro ejemplo ilustre, se nota que a Hollywood le cuesta cada vez más asustarnos.
El caso de Jessabelle es uno de tantos. Su director, Kevin Greutert, viene de la serie de películas de torture porn El juego del miedo pero acá intenta dar un paso adelante y en un punto lo logra. Jessabelle busca más la construcción de una atmósfera, los sobresaltos diseñados con prolijidad e inteligencia, y una historia bastante más elaborada que aquella elemental de las de El juego del miedo. Algo de gótico sureño -la película transcurre en Louisiana-, espíritus, tarot, una protagonista indefensa en una silla de ruedas y el encierro en una casa tenebrosa. No es un mal comienzo.
Jessie (la desconocida australiana Sarah Snook, que se calza al hombro la película y lo hace muy bien) vuelve a la casa de su infancia postrada en una silla de ruedas después de un accidente en el que murió su novio. Ahí ocupa la habitación de su madre muerta. A escondidas de su padre (David Andrews, el suegro de John Connor en Terminator 3: La rebelión de las máquinas, una gran película), encuentra unos VHS con imágenes de su madre muerta y empezará a ser acechada por una presencia desconocida.
La cosa funciona si uno no busca demasiada originalidad. Todo es bastante básico pero correcto. Los trabajos de Snook y del DF Michael Fimognari -especialista en el género y responsable de las imágenes de Oculus, una película mejor que esta- logran transmitir no pocos escalofríos y sobresaltos. La idea de la mujer joven y vulnerable, confinada a una silla de ruedas, en una casa de la que no puede salir, si no es el colmo de la creatividad al menos resulta una premisa con potencial para las escenas de miedo. Y hay bastantes.
Pero después la trama decide ponerse más vueltera, empiezan a revelarse secretos y entra en escena novio de la adolescencia de Jessie, Preston (Mark Webber, el cantante de la banda de Scott Pilgrim). Ahí la película se pierde en unas vueltas de tuerca innecesarias -en el mejor de los casos- e inverosímiles -en el peor-, mientras abandona o se olvida de la atmósfera gótica.
Jessabelle es una película de terror más de las tantas que se estrenan en Argentina: baratas y relativamente efectivas en la taquilla. Está para bajar. No es una tan mala opción para un sábado a la noche en casa.