Con una vasta experiencia en el género, Kevin Greutert (“Saw”) asume el compromiso de dirigir su primera película independiente de una saga en “Jessabelle” (USA, 2014), un filme que si bien toma del estilo algunos puntos básicos para construir su trama principal, es en la evocación de atmósferas, climas y hasta un dejo nostálgico que la atraviesa, en donde encuentra su razón de ser y su disfrute.
Jessie (Sarah Snook) o Jessabelle, como quieran llamarla, es una mujer a punto de dar un gran paso en su vida. Convencida por su pareja, se irá a vivir con este al hogar en donde entre ambos criarán al hijo que está por venir. Pero gracias al guión de Robert Ben Garant (“Una noche en el museo”, “Reno 911!”, “Taxi”, etc.) el disparador de la trama será un cambio en esa perfección aparente, razón por la cual Jessie deberá ir a vivir con su padre (David Andrews) a la vieja casa familiar.
Hay que comentar que Jessie hace años que no veía a su padre, quien la dejó al cuidado de una tía luego del fallecimiento de su madre a pocos momentos de haber nacido la joven y sin mucha más información Volver luego de dos meses al mundo. Relacionarse con su padre nuevamente. Conocer detalles de su infancia y de su identidad. Todo va conformando un inmenso rompecabezas en el que ninguna pieza irá quedando librada al azar. Pero Jessie es curiosa, y a partir de unos viejos VHS en los que su madre se presenta hacia ella, le va narrando detalles de su gestación y crecimiento, irá conociendo una verdad que desconocía, y que habla sobre su destino, que ya estaba marcado y que nada en su vida fue porque ella torció el camino.
“Jessabelle” va hilando la historia de la joven con paso lento y desperdigando múltiples indicios, que si llegan a ser desatendidos por el espectador, por los básicos golpes de efecto que Greutert dispara en algunos momentos claves del filme para cumplir con las leyes del género, impedirán la conformación total del universo previo a Jessie, eso oculto que nunca supo, y que ni querrá saber en este caso, sobre su madre y su extraño vínculo con hechizos y magia vudú.
Porque justamente lo interesante de la propuesta, que seguramente puede ser tildada de repetir fórmulas y utilizar clásicos recursos que generen factor sorpresa durante toda su duración, es su capacidad para ir de a poco introduciendo una historia con características épicas y que bucea en las miserias de un pueblo y una pareja, que a partir del nacimiento de una niña intentó expiar sus culpas relacionadas al racismo que imperaba en la época.
La nostalgia como constructora de género (VHS, cajas musicales, reconstrucción de época, imágenes mediatizadas, etc.) y la apelación a una cosmogenia derivada de rituales vudú, le impregnan una originalidad a la propuesta que termina potenciando lo que expone y generando tensión allí donde menos lo pensaba. “Jessabelle” es la historia de una mujer que podría haber tenido una vida feliz, pero que en su necesidad por descubrir más detalles de su identidad termina generándose una carrera hacia su propia muerte sin posibilidad de escape.