Un juego conocido.
Luego de un respiro (para el público) de siete años, y una rutina de producir una entrega por año, los juegos sádicos están de regreso en una película que perfectamente pudo llamarse Saw VIII o El juego del miedo VIII. Sin embargo decide llevar por título al autor de tales maniobras, Jigsaw ¿Por qué? Veamos.
Si recordamos las entregas anteriores (guarda que se viene spoiler para quienes no las vieron), sabemos que el asesino que sometía a todo tipo de ciudadanos a una suerte de juegos de (imposible) supervivencia, era el enfermo terminal de cáncer John Kramer (Tobin Bell) quien tenía como obsesión que todos pagasen cruelmente sus culpas. Tenía… porque a partir de la cuarta entrega este personaje está muerto y, desde entonces, los guionistas se las han ingeniado para hacerlo aparecer sin que sea un ente sobrenatural. Precisamente de esto se trata Jigsaw, de dilucidar si el personaje está vivo o alguien sigue su legado. Exactamente lo mismo que vienen planteando desde hace cuatro secuelas.
Como si el tiempo no hubiese pasado:
Un hombre aparece corriendo por la ciudad con un detonador de bombas en la mano. De inmediato aparece la policía, lo rodea, y el hombre advierte que los juegos han vuelto a comenzar. Efectivamente, a partir de entonces varios cuerpos irán apareciendo indicando que cada vez son menos los sobrevivientes, y por las pistas halladas todo indica que el autor no es otro que Jigsaw, ¿muerto? hace diez años.
Los detectives Halloran (Callum Keith Rennie) y Hunt (Clé Bennett) son los encargados del caso, y cuentan con la ayuda de los médicos forenses Nelson (Matt Pasmore) y Bonneville (Hannah Emily Anderson). Entre los cuatro deberán revelar qué es lo que ocurre, si es que realmente John “Jigsaw” Kramer no murió y sigue haciendo de las suyas, o cuenta con un imitador.
En paralelo, veremos un gran juego, con pequeños minijuegos internos (como en todas las de la saga), en el que cinco –muy pronto cuatro– personas se encuentran encadenadas en un lugar que se revela como un granero.
Como pueden leer, la mecánica es la misma que las de cualquiera de las anteriores entregas. Hechos en paralelo, un grupo de policías corriendo contra reloj para que los muertos no se sigan apilando, gente que deberá expiar sus culpas del modo más cruento.
Tampoco ha variado demasiado estéticamente. La cámara de movimientos rápidos y la fotografía que abusa sin sentido del filtro verde y amarillo, sumado a los golpes de efecto visual, están ahí, todos presentes.
Un rompecabezas mal encastrado:
Los Hermanos Michael y Peter Spierig vienen de un puñado de películas interesantes que les hicieron ganar prestigio como Undead, Daybreakers y Predestination. Pero Jigsaw es claramente un producto de estudio, y será poca la mano que ellos puedan meter en el asunto. Todo pareciera ser presentado por directores ignotos o principiantes como las seis secuelas que la preceden. Olvídense de una marca visual o narrativa propia.
El guion, a mano de Pete Goldfinger y Josh Stolberg (quienes juntos se encargaron de escribir la remake de Sorrority Raw, Piraña 3D, y su secuela) pretende, al igual que las anteriores, construir un entramado ingenioso que desafíe las mentes de los espectadores y los sorprenda con sus vueltas de tuerca.
Sin embargo, este entramado presenta no solo agujeros imposibles de eludir, cosas que conducen a una incongruencia total que cuesta creer las hayan pasado por alto. Además, y fundamentalmente, se olvidan que ya hubo siete películas antes, y que los que vayan a ver la es muy probable que las hayan visto todas, o aunque sea a alguna/s de ellas.
Jigsaw pretende hacer pasar por sorpresa elementos que se adelantan durante toda la película, vueltas de tuerca muy previsibles, y resoluciones que son calcos de alguna de las entregas anteriores, todo huele a obvio y rancio.
Se puede decir que la saga que ha hecho furor con la porno tortura bajó un cambio, pero pequeño, es un poco menos explícita que las últimas, sin regodearse tanto en primerísimos planos, pero hasta ahí. En definitiva, continúa con la misma mecánica de confundir morbo con horror.
Conclusión:
Jigsaw, de los Hermanos Spierig, no solo no ofrece nada nuevo ni estimulante: desarrolla mal su mecánica, recurre a efectos que ya no causan impacto, y desaprovecha a sus personajes generando nada de empatía ni de un lado ni del otro. Como si nada hubiese pasado en el medio, esta octava parte de El juego del miedo denota puro aprovechamiento y desgano por querer hacer algo superador.